En un anterior artículo traté sobre la provincia romana de la la Hispania Ultrafretana, la España al otro lado del Estrecho, la Tingitania, que coincide territorialmente con lo que en el siglo XX se llamó el Protectorado. Dentro de poco más de un mes se cumplen 100 años de unos hechos que determinaron directamente la historia de España. El responsable principal de tales hechos fue un personaje, ya desconocido para la mayoría de la población.
El abogado, periodista, juez, y juez de apelaciones, Muhammad Ibn ‘Abd el-Karim El-Jattabi, es decir, ABD EL-KRIM, provocó un efecto dominó de enormes consecuencias en el devenir de nuestro país. No podemos entender la historia del s. XX español si pasamos por alto lo ocurrido hace 100 años durante el verano de 1921.
Nacido en Axir en 1892, era el heredero a la jefatura de la muy belicosa tribu de Beni-Urriaguel, la mayor y más numerosa de la Bahía de Alhucemas. Tras recibir una educación islámica tradicional cursó el bachillerato español en Tetuán y en Melilla, luego a los 20 años, en la universidad de Fez, cursó derecho Islámico, pasando posteriormente un tiempo por la Universidad de Salamanca, en cuyas Orlas se puede encontrar su retrato.
Sirvió como funcionario traductor y profesor de árabe y derecho islámico para los oficiales españoles en la Oficina central de tropas y asuntos indígenas, en Melilla, ciudad en la que también trabajó para el periódico «El Telegrama del Rif», en el que a diario escribía un artículo en lengua árabe.
Siendo joven aún, fue nombrado cadí (juez en asuntos de derecho islámico) y posteriormente ascendió al cargo superior cadí de cadís, que en español podríamos decir juez de apelaciones para asuntos de derecho islámico.
Sus buenas relaciones y el reconocimiento que tenía por parte de las autoridades españolas se torcieron en 1915, durante la primera guerra mundial, los franceses le acusaron de colaborar con los alemanes por lo que se le abrió un expediente, donde él se declaró abiertamente germanófilo y partidario que Alemania ocupara el Marruecos Francés, siendo por ello enjuiciado y encarcelado en el fuerte de Rostrogordo, de donde intentó fugarse descolgándose por la muralla, rompiéndose una pierna al caer y negándose a ser curado por las autoridades españolas.
De estos hechos le quedaron dos secuelas, una fisica, la evidente cojera de una pierna rota mal curada y otra psicológica, la peor de ambas, un odio y resentimiento africanos, no hacia Francia, que fue la que pidió su encarcelamiento, sino hacia España.
Recobrada la libertad un año más tarde, se retiró a su cábila en la bahía de Alhucemas con la idea comenzar a forjar alianzas con otras tribus menos importantes. Antes del inicio del verano de 1921 llamó consigo a un hermano menor que estaba en Madrid estudiando ingeniería de caminos. Con promesas en unos casos y con amenazas en otros logró formar un gran Harka guerrera y logró atraer a su causa a las tropas indígenas que servían en el ejército español (hecho conocido como la deserción de los regulares de Melilla), gran Harka Guerrera que en julio de 1921 haría que, en pocos días, el ejército español recorriera en retirada los 160 km que separaban el frente de Annual de las puerta de Melilla, ciudad que por cuestión de horas de salvó de ser pasada a cuchillo.
A partir de ese verano de 1921, Abd El Krim se convirtió en fundador y primer Presidente de la República Confederal de las Tribus del Rif, con capital en Axir y apoyada por Inglaterra. El nuevo Estado tenía administración de justicia y hacienda propias, emitiendo también moneda propia.
En abril de 1925 Abd El-Krim cometió el error de atacar, con éxito, la zona francesa de Marruecos, lo cual provocó una alianza Hispano-Francesa de coordinación de esfuerzos bélicos por ambos países y tras el desembarco de Alhucemas el 8 de septiembre de 1925 se terminó con la sublevación rifeña en pocos meses.
En mayo de 1926, Abd El-Krim, no queriendo ser juzgado por los españoles, se rindió a los franceses, los cuales no sólo no accedieron nunca a la extradición solicitada por España, sino que lo deportaron a la Isla de Reunión (cerca de Madagascar) con toda su familia, facilitándoles una cómoda estancia y una generosa atribución económica anual.
En 1947, logró autorización para trasladarse a París, escapando de los franceses durante la escala del barco en Puerto Said, siendo acogido como refugiado en Egipto por el entonces Rey Faruq I. Desde este país encabezó el Comité de Liberación del Magreb, rechazando en 1956, tras la independencia de Marruecos, la oferta del rey Mohamed V de regresar con honores a su patria, muriendo en el Cairo en 1963.
Del tema bélico hablaremos en otra ocasión, está bien documentado en el llamado “Informe Picasso”, llamado así por el apellido del general del Consejo Supremo de Justicia Militar al que se encargó su instrucción, informe en el que queda muy mal parado el rey Alfonso XIII, y al que el pronunciamiento en 1923 del Capitán General de Cataluña, Primo de Rivera, impidió su lectura ante las Cortes.
Sólo adelantar que de estos hechos del verano de 1921 se derivaron otros hechos, que posiblemente no hubieran podido existir sin esa causa primera.