La pandemia de Covid-19 ha causado numerosos fallecimientos siendo las residencias de anciano uno de los principales focos de decesos. La salud de las personas de la tercera edad ha sido la más afectada. Cabe preguntarse si se ha hecho todo lo posible para proteger a los ancianos.
La OMS define el envejecimiento saludable como «el proceso de desarrollo y mantenimiento de la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez”.

La figura de los abuelos no goza del mismo predicamento que antaño, ya que vivimos en una sociedad en la que la imagen de la vejez es cada vez más repudiada ,produciéndose un acelerado desapego hacia la generación a la que antes se profesaba respeto ,admiración y hasta veneración por su atesorada experiencia y sabiduría.
La sociedad ha evolucionado o quizás, bien mirado, en algunos aspectos, puede que incluso haya involucionado, produciéndose una progresiva desintegración de las familias por motivos diversos, profesionales, económicos, de autorealización personal, etc.
Otrora, en el imperio romano, a la Cámara senatorial, se la denominaba «Senatus», es decir, asamblea de ancianos.
Las culturas de otras épocas respetaban a sus ancestros a los que consultaban por sus sabios conocimientos y experiencia, ejerciendo en muchas ocasiones de reputados mediadores en los que se confiaba para dirimir en los conflictos que se suscitaban. Recordemos, en determinadas etnias, la consolidada figura del patriarca que por su experiencia o sabiduría era respetado por un grupo familiar o una comunidad o colectividad en los cuales gozaba de autoridad.
Merced a los avances en medicina, ciencia y tecnología podemos aspirar a una esperanza de vida más alta ,en mejores condiciones y mejorar la calidad de vida.
Ahora, el ciudadano vive obsesionado por la juventud, la belleza, impera el hedonismo y la individualidad aupada por influencers y por la hipnotización que proyectan determinadas plataformas y las redes sociales al compás de la industrialización y de las nuevas tecnologías que incipientemente dan paso a cuidadores robotizados para personas frágiles y vulnerables que podrán asistir en atenciones materiales y logísticas, pero que no llenarán el triste vacio afectivo y emocional. Da la sensación de que la vejez es percibida como un estorbo y son muchos los ancianos que viven solos, con muy avanzada edad o que han sido ingresados en residencias. Deberíamos reflexionar acerca de la conveniente revisión en el tratamiento de la senectud y sobre la conciliación familiar, no sólo en el reducido núcleo familiar de pareja e hijos, sino también en relación a la relación con los abuelos, y en la repercusión jurídica y económica que comporta el envejecimiento de la población, en la elaboración de políticas públicas que favorezcan el saber y ayudar a envejecer, así como en el coste social ante el aumento de la esperanza de vida.
José María Torras Coll
Sabadell