En el decálogo del anuncio que puso fin a la pesadilla de ETA, aparece en público, Otegui, en comparecencia alusiva al sufrimiento y dolor de las víctimas de ETA que, para unos, es valorado con radiante optimismo, como un importante paso adelante, con ciertos matices, pero para muchos, la inmensa mayoría de gente de bien, tristemente, no deja de ser una liturgia escénica, huera de arrepentimiento explícito, de perdón expreso, de ausencia de colaboración efectiva con la Justicia, cuando hay todavía tantos crímenes sin resolver, y de falta de empatía resarcitoria con las cada vez más olvidadas víctimas de la banda criminal.
Esas interesadas manifestaciones, en un contexto de pactos políticos parlamentarios, no deben alejarnos ni desviarnos del imborrable recuerdo, del calado de la memoria histórica, ensombrecida, eclipsada, con estrategias de blanqueo inmoral, frente a quienes, con el arpón de la inquietud y zozobra, clavados en nuestros corazones y pupilas, rememoramos aquellas sobrecogedoras imágenes de la angustiosa cobertura informativa sobre el execrable, vil y cobarde asesinato de Miguel Angel Blanco, con la subsiguiente explosión y movilización popular de indignación y enorme repulsa ciudadana, de inmenso rechazo social a ETA; el terrible y horroroso secuestro del funcionario, Ortega Lara , liberado por la Guardia Civil, tras un interminable cautiverio de 532 días, en un zulo de la localidad de Mondragón, símbolo del horror, prácticamente un ataúd, un reducido espacio húmedo y mugriento, siendo detenidos los cuatro terroristas que lo mantenían secuestrado, y, el cruel y despiadado atentado contra la Fiscal, Carmen Tagle, del Juzgado Central de Instrucción nº 5 de la Audiencia Nacional, cuyo titular era el valiente y comprometido Juez en la lucha contra el terrorismo, Baltasar Garzón, y que fue abatida a tiros, a quemarropa, en la puerta de su domicilio. Muchos fueron los que arriesgaron sus vidas en defensa de unas ideas legítimas, como la libertad, la tolerancia y la convivencia pacífica.
Sobra postureo y fariseismo y falta mucha pedagogia.
José María Torras Coll
Sabadell