El 20 de mayo de 1992 es una fecha histórica, imborrable en las pupilas de los espectadores. Ronald Koeman materializó con maestría un gol de falta que cambió la historia del Barça, al ganar la Champions y lo convirtió en un mito blaugrana. Una leyenda viva de un profesional íntegro que profesa gran estima a Barcelona y al Barça que, en una situación muy compleja y delicada, asumió con valentía, no solo el reto de entrenar al Barça, sino también asumir de portavoz visible de la institución.
Su mérito indudablemente ha sido catapultar a jóvenes talentos, dándoles la oportunidad de jugar en el primer equipo y hasta incluso llegar a selección española. Koeman ha sido honesto y sincero al ejercer de obligado e improvisado interlocutor de un club en declive, en momentos, de convulsión e inestabilidad, haciéndolo con admirable serenidad. Los resultados deportivos no le han acompañado, lastrado por una plantilla escasamente competitiva, ante la carencia de recursos económicos por la insostenible masa salarial y el endeudamiento de la entidad y por un clamoroso desacierto en determinados fichajes en una institución al borde de la quiebra. Perdió al goleador Suárez, a Griezman, y al astro, Messi, y dio oportunidad a Mingueza, a Pedri, a Aráujo, a Gavi,,a Nico, brotes verdes del presente y futuro.
Seguirá siendo la leyenda que ejecutó magistralmente la falta inmortalizada que hizo soñar a los culés abriendo una etapa gloriosa. Nadie le hurtará formar parte del imaginario blaugrana.
José María Torras Coll
Sabadell