José Mª Torras Coll (Profesor Asociado de la UPF)

La industrialización de la soledad.

El confinamiento domiciliar, a resultas de la  epidemia por el Coronavirus, aceleró el proceso gradual de aislamiento social que cada vez se halla más presente en nuestra sociedad.

Cabe preguntarse si se puede vivir sin la presencia de otros, sin comunicarse, sin socializarse.

Lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, la soledad no deseada alcanza niveles epidémicos. Los dispositivos digitales nos llevan a migrar a una realidad virtual postergando la vivencia real. De la mano de esa transformación social eclosiona la economía de la soledad.

Las cifras son elocuentes. En España son cada vez más los hogares unipersonales. La prolongada esperanza de vida provoca que muchas personas de avanzada edad vivan en soledad, singularmente viudas, jubiladas. La soledad no deseada tiene serias consecuencias : mayor riesgo de mortalidad prematura y problemas de salud mental.

No es una ficción, sino que ya resulta una triste y desdichada realidad: la de llegar a pagar por sentirse acompañado, la mercantilizacion de la vida íntima. 

Aplicaciones que conectan al aislado con robots con los que charlar en el comedor de la vivienda. Se crean empresas de alquiler de amigos con catálogo. Toma protagonismo la figura del amigo/ acompañante a determinado precio la hora, o para determinados eventos familiares en los que se guarda una apariencia. Incluso la figura de la novia o novio postizo. No son ya las mujeres de compañía, elegantes y de bella presencia, para altos ejecutivos adinerados, sino que asistimos a una economía de la soledad alimentada por la inteligencia artificial para sintonizar emocionalmente con la persona que vive en soledad. 

Así, cada vez más hay animales de compañía, las sintientes mascotas, que incluso compiten con los asistentes digitales, como las metálicas voces de Alexa, Siri, o robots domésticos como la aspiradora. Muchas personas necesitan cariño, ser abrazados e incluso se han inventado muñecos abrazadores. O personas en la calle que se ofrecen para dar abrazos o para mantener una conversación.

Resulta primordial para el ser humano, por definición ser socializable, mantener una red afectiva. El mundo digital, tan ensalzado, en realidad es  sumamente insatisfactorio. Así, hablar por Zoom te hace sentir solo, aislado y desconectado.

Reflexionar sobre la soledad indeseada es una inaplazable necesidad para evitar una peligrosa tendencia de deshumanización colectiva.

José María Torras Coll

Sabadell

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