Crónica de Tribunales

¿Eres tú mi padre?

¡Oye!, ¿eres tú mi padre?.

Siempre se ha dicho que las niñas son de sus padres y los niños de sus madres. Lo de los niños puede ser, son más brutillos y menos sensibles, pero lo de que las niñas lo son de sus padres le quedó suficientemente acreditado al juez sustituto.

Era corriente en los Juzgados de Familia, en los pleitos contenciosos enconados,  que los cónyuges usaran a los hijos menores simplemente para dañar al otro, aunque siempre  había una desigualdad de armas, por parte del hombre su capacidad de coacción era pequeña, si no  cumplía voluntariamente las cargas económicas impuestas  se le embargaba el sueldo y punto, si bien algunos valientes, pocos, se despedían del trabajo y se daban de baja de todo, viviendo casi en la clandestinidad con tal de no cumplir con tales cargas económicas, sobre todo en el tema de la pensión compensatoria  para la esposa.  Cierto que tales incumplimientos de pago de pensiones constituían un delito, pero como manifestó uno de los afectados, un divorciado pobre, en la cárcel tienes el alojamiento y la manutención asegurados, en la calle no.

Por parte de ellas la coacción normalmente consistía en el incumplimiento del régimen de visitas, ya fuera directamente sin más, ya fuera con la táctica de apuntar al crío o cría a actividades extraescolares o pedirle cita médica o llevarlos a urgencias por nada  justo los días en que habían de estar con el padre. Algunos padres desistían por evitar conflictos con la madre, pero cuando los hijos y sobre todo las hijas alcanzaban entre los 14 y los 16 años, empezaban los reproches a la madre por haberles privado de la figura del  padre.

En el caso de autos, el hombre estaba más cerca de los 50 que de los 40; se ganaba bien la vida trabajando como  mecánico en una importante empresa pública; estaba casado  y con dos hijos, era de ese tipo de hombres que empezaron a trabajar casi de niños y eso se notaba en que aparentaba más edad que la que realmente tenía;  un trabajador que llevaba una vida apacible, de casa al taller y del taller a casa. Este hombre no sospechaba que desde hacía unos días, a la hora en que los mecánicos hacían el almuerzo,  le estaba vigilando su “pecado” de juventud.

La niña había cumplido ya los 16 años y no encontraba la oportunidad de tropezar con el hombre a solas,  sin la presencia de los compañeros de trabajo. Así llevaba ya casi dos semanas  cuando el hombre se percató de que cada día a la misma hora la muchacha estaba en las puertas del taller y lo miraba fijamente. Uno de los días el hombre se retrasó en la salida para el almuerzo, y,  al  pasar por el lado de la chica, ésta se armó de valor y él oyó la pregunta que ella llevaba tiempo  queriendo hacerle:

¡Oye!, ¿eres tú mi padre?.

De repente al hombre, al fijarse bien en aquella muchacha rubita de ojos claros,  le vino a la memoria su vida de 20 años atrás.

¿Cómo se llama tu madre?

-Tatiana, se llama Tatiana.

¿Y qué te hace pensar que yo soy tu padre?

La chica le enseñó una fotografía del hombre con  un nombre y una dedicatoria en el reverso. La foto la encontró casualmente con otras de su madre y el hombre guardadas en una caja de hojalata  que había sido caja de galletas.  La muchacha era lista, por el nombre, o mejor, por las imágenes que se veían al fondo de la foto, la chica encontró el taller y mirando la salida de los trabajadores, se fijó en el que  más se parecía al de la foto.

Veinte años antes, cuando Tatiana  había saldado ya su “deuda”, él, que hasta entonces había sido su cliente, la avaló en el préstamo bancario que necesitó ella para montar un  pequeño negocio.  Durante un tiempo convivieron juntos, pero el pequeño negocio empezó a tener pérdidas y el banco ejecutó al aval, lo cual acabó con la relación entre ambos  por aquello de que cuando la pobreza entra por la puerta  el amor salta  por la ventana. Al poco nació la niña. En todo este tiempo el hombre se había casado y formado una familia.  

Padre e hija llevaban varias semanas viéndose a diario a la hora del almuerzo sin que ni la madre  de la chica ni la familia de él supiesen nada. La niña quería conocer a sus hermanos, pero el hombre decía que eso no podría ser, que eso rompería su matrimonio y la niña sufría por ello y acabó contándoselo a la madre

Tatiana, sin duda, de joven debió de ser otra belleza eslava, la niña había heredado su color de pelo y ojos, sin embargo  y aunque  estaba mucho más cerca de los 40 que de los 50,  se la veía ajada, los problemas económicos y el criar una hija a solas le habían pasado factura.  Sin duda debió de ser el tema económico lo que le hizo llevar el asunto al juzgado y en la vista oral el argumento de Tatiana así lo expresaba cuando,  ante las excusas del hombre, Tatiana le recriminó:

-Mi hija es tan hija tuya como lo puedan ser tus dos hijos, sólo te pido que hagas por ella por mismo que haces por ellos.

Eso, traducido, significa: Tienes que ayudarnos económicamente.

En ese momento, Su Señoría ordena poner en suspenso la grabación de la vista y entra en conversación con las partes y sus abogados.

Vamos a ver, veo que usted no impugna la paternidad, que en su contestación a la demanda reconoce que la chica es hija suya.

-Es mi hija sr. Juez, no me cabe duda, no es necesario hacer la prueba de adn para saber que soy el padre de la niña.

Sabe usted entonces que he de fijar una pensión de alimentos para la chica  que habrá de ingresarla usted mensualmente en la cuenta bancaria que nos indique la madre.

-Lo sé sr. Juez, y no me opongo, pero …

¿Pero qué?

-Mi familia, mi mujer, mis hijos, se van a llevar un disgusto,  necesito tiempo, tengo que preparar el terreno antes de que se enteren de esto.

Vamos a ver, el Juzgado no les va a comunicar nada. Que se enteren o no depende de ustedes.

-Si pero también puede afectarme en la empresa.

Eso depende también de usted si pasa o  no voluntariamente la pensión alimenticia que yo fije, si  no la pasa voluntariamente se le habrá que embargar su sueldo.

-Y cuanto sería esa cantidad.

Diga usted ahora qué cantidad  puede asumir  sin problemas, pero no se quede corto, ni tampoco se pase, diga una cantidad que usted pueda pagar cada mes sin dificultades que originen retrasos.

Tatiana, ¿qué le parece? a usted la cantidad ofrecida.

Me parece bien.

Pues entonces, reanudamos la vista, los letrados de las partes tienen la palabra para que conste en acta el acuerdo al que se ha llegado y que será de obligado cumplimiento para las partes.

Entonces la muchacha, para la cual el tema económico era lo de menos,  dirigiéndose a quien hasta entonces sólo  era su padre biológico, convertido  ahora  también  en su padre legal, le pregunta:

¿Papá, cuando podré conocer a mis hermanos?.

Pronto hija, pronto.

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