Un paseo por Piazza San Pietro, un helado en Villa Borghese y una pizza en vía Margutta.
Quedar confinado en una ciudad como Roma, con las calles libres de turistas y con cierta movilidad reducida, no pudo ser sino un lujo en una ciudad histórica como ésta, donde, a cada paso y en cada rincón, las piedras te hablan y te dicen aquello de «a nosotras nos lo debéis todo»: la lengua, el derecho, el urbanismo, el aseo, en fin, la civilización, que no es poca cosa, como afirmara Marco Aurelio, el César filósofo, tras su última campaña contra las tribus germanas: «fuera de la romanización, lo que abunda es la barbarie».
En las fotos de abajo, tiradas durante el primer confinamiento, el Vaticano está irreconocible, quien haya estado alguna vez en la plaza de San Pedro sabrá a qué me refiero. Maravilloso paseo por esta plaza / Piazza San Pietro, centro mundial de la Cristiandad, sin las aglomeraciones habituales, pudiendo contemplarla sin prisas en toda su majestuosidad, como sin prisas podemos contemplar también el Pantheón en la piazza della Rotonda, «Agripa lo hizo», reza en su frontispicio. Un hecho como éste no se había dado en la Historia, pues hasta ahora se daba la circunstancia, por decirlo de alguna manera, de que los árboles no nos dejaban ver el bosque, aquí el bosque se dejó ver en todo su esplendor.
Imposible obviar la visita, antes del toque de queda, al Circo Máximo y al Arco de Trajano, ese emperador nacido en la Bética, que llevó el Imperio a su máxima extension territorial con la conquista de la Tracia, la actual Rumanía, Romanía en su idioma, único país de población y habla latina en el Este de Europa.
Antes de ello y por la tarde, tras el paseo por el Vaticano y otras colinas de Roma, nada mejor que disfrutar de un helado en el gran parque romano, uno de los más bonitos de Europa, de Villa Borghese; su situación, muy cerca del centro de la Urbe, facilita su disfrute por romanos y extraños.
Y suavizadas las restricciones, nada mejor para cenar que una buena Pizza en Vía Margutta, que todos recordamos de la película «Vacaciones en Roma», con Audrey Hepburn y Gregory Peck, y que incluso durante el confinamiento, con medidas, pero siguió prestando servicio.
Tras el paréntesis, las pizzerías, tractorías y la ciudad entera, se fueron abriendo poco a poco a la normalidad, no en vano, tras dos mil quinientos años de historia, lo circunstancial pasa, Roma queda.