Exitus es una palabra latina que significa salida, éxit en inglés, pero cuando esta palabra viene escrita como conclusión final en un informe médico forense, el vocablo «éxitus» no está designando una salida cualquiera, tampoco está designando la salida en hombros de un torero por su éxito en la plaza, está designando la salida definitiva, la que no tiene vuelta atrás.

En años anteriores el juez sustituto había visto como abogado unos 5000 informes médico forenses, mayoritariamente en juicios de faltas y procedimientos abreviados por accidentes de tráfico, pero también en accidentes de caza y otros donde intervenía un seguro obligatorio o una aseguradora había sido declarada en quiebra, por ello el juez sustituto estaba familiarizado con términos médicos en lesiones por traumatismos; un amigo farmacéutico le había regalado un diccionario médico y tenía otro que él se había comprado, a todo ello se añadía que el juez sustituto, con 17 años, cursando primero de derecho, estando su facultad en huelga, pensó no debía desperdiciar la oportunidad que se le daba y aprovechó esos dos meses para asistir por libre y sin pedir permiso a nadie a clases de segundo de medicina, prácticas de disección incluidas. Por todo ello el juez sustituto había adquirido unos conocimientos médicos nada desdeñables.
Su Señoría hacía cada día la misma ruta, a las 9 en punto subía las escaleras de la estación de los FFGG delante del Zurich, a esa hora de la mañana se podía bajar tranquilamente y sin prisas por las Ramblas, pero, aún así, el paseo hasta el Registro Civil que duraba poco más de un cuarto de hora, implicaba llegar al trabajo bañado en sudor, tal es el bochorno que a esas horas ya empezaba a hacer en la parte vieja de Barcelona. El paseo era bonito, si bien las Ramblas no estaban muy limpias, la única limpieza que se veía era la privada de las paradas de las floristas y de algunos quioscos de prensa, el resto seguía con su suciedad habitual pero nada comparable a lo que se encontraba uno nada más girar a la izquierda al llegar al edificio de Gobierno Militar y tomar el carrer Ample.
A esa hora de la mañana la parte vieja de Barcelona, aquel verano, estaba más que sucia, era pura guarrería. En aquella zona de la ciudad existían una cantidad no despreciable de locales de copas nocturnos sin licencia, que podían estar abiertos ilegalmente hasta un año o más mientras el Ayuntamiento levantaba y tramitaba expediente de cierre y posteriormente tal cierre era ratificado por los juzgados de lo contencioso administrativo. Cuando esto llegaba, la empresa desaparecía y abría otro local con otro nombre por la misma zona.
Estos locales de copas abrían al caer la tarde hasta bien entrada la madrugada, solían ser muy pequeños, la gente tomaba las consumiciones en pie en la calle y naturalmente no tenían servicios o no los tenían en condiciones. Esa zona de la ciudad amanecía con sus esquinas y portales miccionados abundantemente, produciendo un olor nauseabundo que era compensado con la gran cantidad de lejía y desinfectantes que los negocios normales, que abren de día, rociaban en sus portales y trozos de acera, lo cual tampoco era muy agradable para un olfato normal.
Al registro llegaban los partes del juzgado de guardia de los fallecidos en la calle el día anterior, a los efectos de firmar las licencias de enterramiento. Su Señoría empezó a tomar interés por la causa del «éxitus» de algunos de los partes, que ese verano se repetía con una frecuencia inusitada casi diaria:
“Varón, 50 años, paro cardiaco, éxitus”.
Releyendo más a fondo, resultaba que el varón de 50 años que sufría el paro cardiaco lo sufría justo a la salida de determinadas estaciones de metro, todas ellas sin ascensor.
La dinámica del éxitus era siempre la misma: Tras un viaje en metro algo largo, muerto de frío (el aire acondicionado dentro de los vagones del metro de Barcelona es muy fuerte), al llegar a la estación de destino, el varón de 50 años, ya en el andén, pasaba sin solución de continuidad de la nevera al horno, la temperatura , el bochorno y el sudor se disparaban; luego el varón de 50 años había de subir a pie desde el andén hasta la calle no menos de 100 escalones. Llegado a la calle el varón de 50 años se desplomaba como un pajarito y no volvía a recuperarse: golpe de calor, paro cardiaco, éxitus. El río de la vida desembocaba en su océano antes de tiempo.

Su Señoría, que tenía la costumbre de subir los escalones corriendo, como ejercicio, pensó que aunque aún quedaba lejos de la edad de riesgo, dadas las circunstancias, lo mejor era tomarse la vida con cierta parsimonia y dejar el ejercicio para los atletas.