EMBAJADA A SAMARCANDA, CIUDAD DE MIL Y UNA NOCHES.
En el año 1295, el mismo año en que la república de Venecia entró en guerra con su rival, la república de Génova, retornó a Venecia uno de sus hijos más ilustres, Marco Polo (1234-1324) que, en la contienda, fue hecho prisionero por los genoveses, compartiendo cautiverio en 1298 con el escritor Rustichello de Pisa , al cual contó los detalles de su viaje a Asia y los 23 años que estuvo al servicio de Kublai Kan, el Gran Kan, incluidos los tres años en que Polo ejerció el cargo de gobernador de la ciudad china de Yangzhou. Rustichello plasmó todo ello en un libro: Las maravillas del mundo, popularmente conocido como los viajes de Marco Polo, libro del que Cristóbal Colón poseía un ejemplar en el que realizó numerosas anotaciones.
Años más tarde, el rey Enrique III de Castilla (1390-1406), había recibido confusas noticias sobre las victorias del un rey tártaro conocido como Tamerlán el Grande, contra el sultán turco Bayazid I, que se había convertido en el azote de la Cristiandad, el cual había derrotado, en la Batalla de Nicópolis el 28 de septiembre de 1396, al rey húngaro cristiano Segismundo y a los cruzados (franceses y valacos principalmente) que se le habían unido.



Así pues, envió una primera embajada compuesta por los caballeros Pelayo de Sotomayor y Fernando de Palazuelo a los dominios del Gran Tamerlán para verificar sus victorias y granjearse la amistad del célebre conquistador mongol.
Estos embajadores castellanos presenciaron in situ la batalla de Ankara, librada el 20 de julio de 1402, entre Beyazid I, Sultán del Imperio Otomano y el Gran Tamerland, en la llanura de Çubukal al noroeste de la ciudad turca de Ankara, en la que el Gran Tamerlán derrotó al Sultán y lo hizo prisionero, falleciendo Beyazid I al poco, en 1403.
Recibidos los embajadores por Tamerlán, éste les entregó una amistosa carta dirigida al rey castellano y los devolvió a la Península ibérica acompañados por un embajador mongol, Mohamad Alcagí, y dos damas españolas (doña Angelina de Grecia y doña María Gómez) rescatadas del cautiverio en que las mantenía el derrotado sultán otomano.
Enrique III correspondió enviando una segunda embajada con delicados presentes y regalos compuesta por su noble camarero, Ruy González de Clavijo, junto con el guardia real Gómez de Salazar (que murió en Nishapur al noroeste de Irán, durante el viaje el 26 de julio de 1404 y un maestro de teología, el religioso fray Alonso Páez de Santa María.


Para ello siguieron la ruta comercial habitual, partiendo del Puerto de Santa María en Cádiz el 22 de mayo de 1403; luego de arribar a Málaga, Ibiza y Mallorca, cargaron víveres y pertrechos en Gaeta (El Lacio -Italia) y visitaron Roma, Rodas y Quíos en el mar Egeo y Constantinopla, pasando el invierno en Pera en la parte europea de la Estambul actual.
Después entraron al mar Negro y alcanzaron Trebisonda, antigua colonia griega en la región del Ponto, desembarcaron y prosiguieron el viaje por tierra a través de los actuales Turquía, Irak, Irán y las ciudades de Zigana, Torul, Erzincan, Erzurum, Surmari, Ararat, Maku, Khoy, Tabriz, Miyana, Zanyán, Sultaniyya, Teherán, Simnan, Firuzcuh, Firuzcuh, Damghan, Jajar, Nishapur, Andkhoy, Balkh, Tirnidh, y Kish y ya en la Gran Bukaria, actual Uzbekistán. El 8 de septiembre de 1404 alcanzaron su capital, la bellísima Samarcanda, ciudad de 2700 años de antigüedad, declarada actualmente por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad y cuya gran mezquita se asemeja mucho a la gran mezquita de Córdoba, Ciudad que albergaba entonces la corte del Gran Tamerlán, ya casi septuagenario y ya gravemente enfermo.


Tras ser muy bien recibidos y agasajados por el monarca, quien llamó afectuosamente a Enrique III, hijo suyo, alabó al rey castellano y agradeció los regalos. Los embajadores pasaron dos meses y medio en la corte contemplando las maravillas de Samarcanda y el 21 de noviembre de 1404 emprendieron el viaje de vuelta, mucho más penoso que el de la ida, y durante el cual recibieron confusas noticias sobre el fallecimiento de Tamerlán; alcanzaron Sanlúcar de Barrameda el 1 de marzo de 1406.
El propósito de la misión era provocar una «pinza» estratégica contra los turcos en dos frentes alejadísimos en un momento muy delicado, en el que los turcos otomanos se hallaban en un interregno desde 1402 y los mamelucos, con presencia en Próximo Oriente, estaban sufriendo los ataques del Gran Tamerlán, con el cual había llegado a entrevistarse durante el sitio de Damasco de 1401, Ibn Jaldún, historiador, sociólogo, filósofo, economista, geógrafo, demógrafo y estadista, de origen andalusí, cuya familia era dueña de una gran hacienda en la actual Dos Hermanas, Sevilla.
Clavijo murió en Madrid y está enterrado en la Iglesia de San Francisco el Grande. El relato de su viaje a Samarcanda entre los años 1403 y 1406, está escrito por él mismo, con el título de “Embajada a Tamorlán” y constituye una de las joyas de la literatura medieval castellana comparable con el “Libro de las Maravillas” de Marco Polo.