Definitivamente se ha producido la transición del arte convencional al digital. Superándose los iniciales recelos se están consolidando en el mercado del arte los llamados Tokens o activos no fungibles (NFT,s). Son los certificados digitales que acreditan la titularidad exclusiva de una imagen creada y comercializada a través de una plataforma on line.
Es el nuevo y floreciente negocio del arte digital. La seducción del token reside en su exclusividad, ya que el propietario del token es único de la pieza digital, al tratarse de un bien no fungible , que no se puede intercambiar por otro igual de la misma especie y calidad, aparte del interés o belleza de la imagen tokenizada.


El arte virtual está desbancando a las tradicionales obras de arte físicas. Junto a esa atractiva exclusividad se valora la creatividad original, su singularidad, y como factor relevante cabe mencionar que se materializan en una tecnología de compacta seguridad ,el Blockchain.
Por cierto, un artista italiano vendió una escultura inmaterial, invisible, llamada «lo sono«, traducido, yo soy. La vendió tras subastarla, siendo la «obra» adjudicada, tras las pujas, en 15.000 euros. El artista asegura que su obra no pude colocarse en cualquier sitio, sino que deberá estar situada en un espacio libre de obstrucciones, de unos 150×150 cm. La iluminación especial y el control del clima en ese espacio son opcionales, ya que no se puede ver la pieza de ninguna manera. Estas instrucciones irán detalladas en el certificado de garantía, firmado y sellado por el artista, que recibirá el comprador. El mismo artista ofreció otra obra llamada ‘Afrodita Piange’ (Afrodita llora), una escultura inmaterial que, supuestamente, descansa sobre un círculo dibujado en el suelo, que será lo único visible. Algunos se dirán que está vendiendo humo. Y otros se preguntarán qué sucederá cuando muera el peculiar innovador artista.
Lo cierto es que, sobre el arte virtual a través de los tokens, cabe preguntarse si realmente existe esa seguridad en la identidad de los compradores y vendedores, si puede convertirse en un codiciado instrumento para el blanqueo de capitales, y si el medio de pago, las criptodivisas, concitan razonables riesgos de convertibilidad, así como el peligro latente de una eventual burbuja que pueda pulverizar su valor.
Su desconocimiento, la novedad de ese incipiente metaverso, incrementa el riesgo de poder ser víctima de estafas cibernéticas y ni que decir tiene que a nadie se le escapa el componente altamente especulativo ni el factor riesgoso de la volatilidad inversora.
Cabe preguntarse si las galerías virtuales expedirán el certificado de defunción de las galerías de arte y museos tradicionales.
Asistimos a otra faceta de la vertiginosa era de la revolución tecnológica digital, algunos con una mezcla de incredulidad y escepticismo, otros con responsable cautela y otros con desmedido entusiasmo crematístico, ya que en el año 2021 los NFT generaron la friolera de más de 40.000 millones de dólares en los mercados.
José María Torras Coll
Sabadell