Al inicio de la Democracia y hasta principios de los años 90, estos dos instrumentos, la máquina de escribir mecánica y el teléfono por hilos, junto con el papel carbón y el papel de calca para las copias, eran lo técnicamente más avanzado de lo que disponía la administración de justicia para su trabajo. La fotocopiadora no se conocía, el fax era un lujo en algunos despachos de abogados; no había internet, ni correos electrónicos, ni ordenadores ni nada que se le pareciera, y sin embargo de todo ello el retraso de entonces no era mayor que el retraso de ahora, si bien es cierto que la carencia de medios se veía compensada con que tampoco existía la litigiosidad que existe ahora, aunque también hemos de tener en cuenta que tampoco existe ahora la litigiosidad derivada de los asuntos del automóvil que colapsaban los Juzgados de Distrito, ya inexistentes, tal litigiosidad ha desaparecido casi por completo desde la existencia de los baremos por lesiones corporales en accidentes de tráfico.
Algo falla y no siempre es achacable a la falta de medios, porque nunca como hoy la administración de justicia en España ha tenido tantos y tan buenos medios.
Pero de nada sirven los grandes medios técnicos, ni los grandes magistrados, la pirámide invertida, si ello no va acompañado de un personal competente y bien preparado que cuando le ordenes poner una diligencia a la auxiliar recién llegada de la bolsa de interinos, no piense que estamos hablando de un carro de caballos de esos de las películas del oeste americano, caso verídico que pudo comprobar el juez sustituto en un juzgado de lo mercantil, que en teoría son la élite de los juzgados de primera instancia por la complejidad y contenido económico de la especialidad que tratan.
Esa mañana el juez sustituto se encontraba celebrando vistas en un primer instancia civil, habiendo estado la mañana del día anterior celebrando vistas en un juzgado de lo social. Dio la causalidad que uno de los pleitos civiles era defendido por un abogado joven con el que coincidió el día anterior en el juzgado de lo social y al que Su Señoría hubo de llamarle al orden por tomarse el asunto como algo personal sin la debida distancia profesional aconsejable que todo abogado debe mantener si no quiere perder perspectiva sobre el asunto. Acabada la vista en el pleito civil, Su Señoría quiso ser amable con el muchacho para compensar la regañina del día anterior:
Veo que ha seguido usted mi consejo de ayer y veo también que es usted un todo terreno, ayer en lo social, hoy en lo civil.
El joven abogado, en vez de agradecer el detalle, se giró hacia el estrado y con mal semblante respondió:
¡Lo mismo podría decirse de usted, ayer en lo social y hoy en lo civil!
A lo que el Juez sustituto, que ese día estaba inspirado, respondió sin perder la sonrisa: Pero hombre, no compare usted, esto de ser juez es bien sencillo, basta con saber leer y escribir y si además sabes algo de derecho, mejor que mejor, el trabajo de campo ya lo hacen ustedes los abogados, junto con los peritos, los testigos, etc; en cambio ser abogado es bien diferente, desde que se recibe al cliente en primera visita y te cuenta su historia, hasta que presentas demanda en el juzgado y luego defenderla en sala tras proponer y practicar prueba, para eso no vale todo el mundo.
En la sala todos callaron y siguieron saliendo ordenadamente para dar paso al siguiente juicio. El juez sustituto pudo permitirse el lujo de decir estas palabras porque en ese momento ya tenía en su haber 18 años de ejercicio efectivo de la profesión como abogado de Tribunales, con vistas prácticamente a diario, hasta el extremo que algunos jueces de carrera no tenían reparos en consultarle sobre asuntos en los que ellos no tenían experiencia.
El actual sistema de acceso a la judicatura por oposición es de una gran crueldad, ya suspendan o ya aprueben. Hubo un tiempo en que el número de opositores casi coincidía con el número de plazas convocadas, por lo que si no entrabas este año entrabas al siguiente; en cambio ahora son decenas de miles los que se presentan para unas pocas decenas de plazas y son muchos los que se quedan por el camino tras años de encierro monacal. No todos los que aprueban salen ilesos del proceso.
Una magistrada hizo un estudio de derecho comparado de cómo se accedía a la judicatura en los países de la unión europea; en todos ellos hay un requisito de edad, no se puede ser juez antes de los 36 o de los 38 años, según los países; ello conlleva que a esa edad algo se ha vivido, alguna experiencia vital se tiene más allá del encierro monacal durante años preparando oposiciones; quizás por ello no es de extrañar entonces el poco respeto que cualquier juececillo alemán, belga, o del Alger siente por nuestro Tribunal Supremo, al que consideran como una parte más del aparato del Estado y no como un poder independiente extraído desde la sociedad civil.
Respecto de los opositores brillantes, que los hay, no tardan tiempo en ser abducidos y contratados por las grandes firmas jurídicas nacionales e internacionales, pero estos son sólo una pequeña minoría, los cuales han cogido tablas, experiencia dentro del Estado que los ha preparado y ahora se pasan a la la privada, en algunas ocasiones para pleitear contra el propio Estado, aunque en esto suelen ser más eficaces los Abogados del Estado, o mejor los Inspectores de Hacienda, que pueden pasar sin solución de continuidad de un día para otro de defender a la Hacienda Pública contra los defraudadores a defender a los defraudadores contra la Hacienda Pública.
Siendo ministro de defensa Narcís Serra hubo de corregirse un hecho que afectaba gravemente a la defensa aérea de la Península, Baleares y Canarias: los pilotos de combate, de los aviones de caza, una vez salidos de la academia, al poco tiempo eran fichados por las grandes aerolíneas que pagaban muchísimo más y mejor que el Estado, con lo que se les tuvo que obligar a la firma de un compromiso de permanencia por un tiempo mínimo de 10 años en la defensa aérea antes de poder pedir la excedencia e irse a las grandes compañías a ganar dinero. Lo que vale para los pilotos de caza debiera valer también para otros altos cuerpos del Estado.
El acceso a la judicatura es bien diferente en los países anglosajones y otros que no lo son, lo normal es llegar a la judicatura ya formado tras años de ejercicio acreditado como abogado de tribunales; los pocos que aquí han ingresado en la judicatura de esa manera han dado muy buenos resultados y sentencias muy sensatas, además de ajustadas a derecho, al fin y al cabo el conocimiento memorístico de la Ley ya de poco sirve, porque lo que por la mañana es Ley, por la tarde cualquier pequeña reforma lo convierte en papel para reciclar.