La materia prima.
Desde el Decanato habían llamado al Juez Sustituto solicitándole si estaría dispuesto a quedarse todo el mes de agosto haciendo la guardia de los juzgados de lo penal de la ciudad de Barcelona, para atender los juicios rápidos de la época.
Al ser agosto no había señalamientos ordinarios, pero sí señalamientos de juicios rápidos, asuntos de poca enjundia de gente cogida infraganti que eran juzgados en pocos días. El representante del Ministerio Fiscal nunca era el mismo, un día venía uno y al día siguiente venía otro. Lo del fiscal tenía su importancia, pues había algunos con los que con más facilidad los abogados podían llegar a conformidades y otros con los que era difícil cualquier pacto.
Hizo en ese mes de agosto mucho, mucho calor, lo que facilitó que una parte importante de los pájaros, los amigos de lo ajeno, marchasen a la costa, quedando Barcelona más tranquila y con menos juicios rápidos de los que se habían previsto.

Ese día, nada más entrar en sala la persona que representaba al ministerio fiscal, al juez sustituto le pareció a primera vista un hombre desaliñado y poco cuidadoso de su persona y se preguntaba a sí mismo cómo era posible que el ministerio fiscal se presentase en sandalias y pantalón tejano, llevando por camisa un polo lacoste sobre el que se cubría con la toga, cuando su señoría, a pesar del calor de agosto, comparecía en el tribunal en perfecto estado de revista, con un traje burberry’s de lana fría, zapatos loutusse, con calcetines de hilo y cinturón de cuero a juego, camisa blanca arrow y corbata olimpo. La justicia nunca ha estado reñida con el buen vestir, al fin y al cabo, si has de enviar a alguien a prisión, pensaba el juez sustituto, el reo siempre considerará como una señal de respeto el hacerlo con las debidas formas.

Curiosamente detrás de tanto desaliño y contrariamente a lo que aparentaba tal representante del ministerio fiscal, dicha persona resultó ser inquisidora en exceso y el juicio que con otro fiscal perfectamente podría haber sido una conformidad o no haber durado más de cinco minutos, se fue alargando y enrareciendo; hasta los policías de conducción empezaban a ponerse nerviosos, pues habían de permanecer en sala en tanto no les llegase el relevo.
Para bajar la tensión del momento, su señoría mandó hacer un receso para que el que quisiera pudiera “hacer un pitillo” o ir al baño, aprovechando el momento para llevarse aparte al inquisidor fiscal y amablemente solicitarle templanza, que el asunto no valía el tiempo que se le estaba dedicando.
– ¿A tí te gustan las corridas de toros ?, pregunta el juez sustituto al fiscal.
– No, no, eso es maltrato animal, contesta el fiscal.
– Mira, cuando yo era pequeño, mi padre me llevaba a los toros y aunque ahora ya no voy, en absoluto estoy traumatizado por ello.
-¡Ah !
-Pero una cosa aprendí y es que pudiendo acabar la faena con una buena estocada, tener que llegar al descabello sí que era crueldad con el animal.
El fiscal no se dio por aludido, así que continuó la vista, con el agobiante calor de agosto en Barcelona, con los «maderos» nerviosos porque no les llegaba el revelo y con el reo que no había probado bocado desde por la mañana temprano cuando lo sacaron de los calabozos.
Acabada la vista, y antes de declarar el preceptivo “visto para sentencia”, como de costumbre y porque es de ley, el juez sustituto pidió al acusado que se pusiera en pie y le preguntó si quería añadir algo más a lo ya oído en el juicio.
-Sólo una cosa sr. Juez, podría explicarle usted al sr. Fiscal que gracias a mí el sr. Fiscal tiene un buen empleo y puede llevar a sus hijos a un colegio de pago, gracias a mí y a los que desgraciadamente son como yo.
Aunque su señoría había recabado en el tema en alguna ocasión, nunca como hasta ese día la cuestión se presentó en su cruda realidad. Efectivamente no hay patrón donde no haya marinero, este acusado formaba parte de la materia prima de la industria de la justicia, sin él y los que son como él, no sólo el fiscal inquisidor de autos no tendría un buen trabajo con el que poder llevar a sus hijos a un colegio de pago, sino que todo el sistema de justicia necesitaría un ERE en profundidad.
Aún así, aquella delincuencia del verano de 2000 andaba todavía en pantalón corto comparado con lo que nos ha venido después.