El poema, décima o espinela de Antonio Machado, bien conocido de todos «se hace camino al andar», traído a colación en un artículo anterior por mi buen amigo Antonio, hay que tomarlo como lo que es, un bello poema de esperanza individual, que cada cual puede mirar de adaptarlo o no a sus circunstancias.
Sin embargo, la realidad real, algo que importa poco a los poetas, es bien distinta, la cosa no es tan sencilla, como todo en esta vida, nada es totalmente blanco ni nada totalmente negro.


Es la eterna diatriba entre el determinismo o la predestinación y el libre albedrío.
Si bien es cierto que en esta vida el responsable de sus decisiones es uno mismo, sin embargo incluso esto puede ponerse en duda, de ahí que en ocasiones sea un juez, asistido por peritos, quien haya de dirimir si el sujeto de una acción era responsable o no en el momento de cometerla.
Un esclavo de una plantación en el estado de Georgia o Luisiana, en la primera mitad del siglo pasado, quizás quisiera ir a la universidad, pero… «no podía», no era libre de tomar sus propias decisiones, su camino venía marcado desde su nacimiento. Ciertamente, filosóficamente, era libre, libre de no hacer caso a su amo, y era libre por ello para llevarse cuarenta latigazos o para terminar colgado de un árbol; incluso el hecho de matar a otro ser humano tampoco dependía de él si su amo quería dedicarlo por ejemplo a peleas de mandingos, en tal caso era su amo el que tomaba la decisión de que matara; lo mismo podría decirse en su tiempo de los gladiadores romanos, en su mayoría esclavos.
Si naces en un barrio pobre, te crías en un barrio pobre y adoptas lo que algunos antropólogos llaman «la cultura de la pobreza», nunca saldrás de ella.
Esa subcultura se caracteriza por la falta de previsión, vivir al día, la falta de esperanza; son los que gastan cuando tienen porque lo normal es que nunca tengan; por ejemplo, un día les llega una paga extra y en vez de ahorrar se pegan un atracón toda la familia y adiós paga.
Lo mismo del que vive en un barrio marginal y adopta la subcultura imperante, donde es lícito robar, al fin y al cabo tu lo necesitas, que lo necesite su legitimo dueño ya no es tu problema, sino de él. Son sutilezas que dentro de esa subcultura no se plantean, donde se acepta como lícita la violencia para conseguir lo que deseas, o para solucionar agravios.
Por supuesto que se puede salir, pero has de ver que existen otros modos de vida, otros caminos alternativos… y que probablemente no sean los más satisfactorios.
Por ejemplo, en su tiempo, el servicio militar, la mili, era un medio de salida de mucha gente joven, gente de pueblo, que llegaba a una gran ciudad como Barcelona y se quedaba, o incluso otros que directamente se quedaban en el ejército, como todos aquellos quinquis que terminaban alistándose en la Legión para huir de la justicia, y su vida cambiaba, de repente ya no eran quinquis sino caballeros legionarios, se les trataba con dureza pero con respeto, los compañeros eran lo primero sin importar su vida anterior y terminaban olvidando su individualismo.
El libre albedrío efectivamente existe, pero el ambiente, las circunstancias, limitan mucho las opciones de respuesta. Vamos siguiendo pisadas, el camino, que otros han andado antes que nosotros y es muy difÍcil aventurarse a salir del mismo y andar por terrenos no pisados. Todos los caminos van a Roma, pero para ir desde Alcobendas, mejor no pasar por la Coruña, que si todo el mundo tira por Valencia será porque es más corto.
De no ser así, pisar sobre pisadas previas, cada generación, e incluso cada individuo, tendría que descubrir por sí mismo el teorema de Pitágoras, las leyes de Newton, la esfericidad de la Tierra. Descubrir en pocos años lo que a la humanidad le ha llevado miles.
JMPP. Licenciado en psicología, reservista y analista de defensa.