Los débiles tienen la administración de justicia, a los poderosos les basta con el teléfono.


Parece una simple frase, pero al Juez sustituto le habían bastado unos pocos años ejerciendo como abogado de tribunales para darse cuenta que hay dos vías de solución de conflictos, la ordinaria que afecta al común de las gentes: Acuda usted al Juzgado, presente usted un escrito y pasado un tiempo, que no suele ser corto, el juez decidirá, y la otra, más reducida y que no está al alcance de todo el mundo, el teléfono.
Esta otra vía llamada teléfono responde a un principio general del derecho no escrito llamado “me debes una”, y aunque la vía del teléfono está pensada por y para los de arriba, es curioso cómo los de abajo miran de usarla siempre que pueden. Es la vía de los atajos, impropia de un país desarrollado y con seguridad jurídica; atajos que en ocasiones resultan contraproducentes dependiendo de quien se ponga al otro lado del hilo.
Tenemos una administración de justicia donde sus desajustes y disfunciones son atribuidos, prácticamente siempre, a la falta de medios, obviando el factor humano, sin embargo, al inicio de la democracia lo más moderno que había en la oficina judicial eran la máquina de escribir Olivetti y el papel de calca; nunca como hasta hoy la administración de justicia en España ha tenido tantos y tan buenos medios, y sin embargo el atasco sigue siendo monumental.
Un ejemplo de la perversión del sistema lo tenemos en las ocupaciones, si denuncias, espérate dos años o más, si quieres rapidez y efectividad has de recurrir a la empresa privada, a los desocupadores, que a cambio de un precio te harán el trabajo que el sistema se niega a hacer. La administración de justicia te dice que no se puede hacer otra cosa, entonces, ¿para qué existen las medidas cautelares?, écheme usted a los ocupas inmediatamente y dentro de dos años, cuando se vea el juicio, si tenían razón ya les indemnizaré, pero no me diga, y menos públicamente, que no se puede hacer nada, que eso afianza el efecto llamada.
La detención de Rafael Vera, a las horas Director General de la Seguridad del Estado, conllevó una rápida modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que benefició a todos en el sentido de que se le quitó al juez instructor la facultad de dictar prisiones preventivas si no había petición de parte, se acabó con ello con la arbitrariedad que muchas veces suponía la prisión preventiva por cosas nimias.
¿Serán necesarias las ocupaciones de viviendas de personas principales para que el sistema tome conciencia de que la seguridad jurídica no puede quedar el arbitrio del buen trabajo de una empresa de desocupación?. La inoperancia del Estado produce eso, inseguridad jurídica y nacimiento de organizaciones que a cambio de un precio cuidan de ti y de tu negocio. Basta con haber visto una sola vez la película “El Padrino-II» para comprender que es así como nacen las mafias protectoras, para hacer el trabajo que el Estado se niega a hacer.
No puede ser que donde falla el sistema para la mayoría, triunfe el teléfono para unos pocos.
Acababa de volver el juez sustituto de hacer el café de las 12, cuando una funcionaria algo asustada picó a su despacho: señoría, le han llamado de Madrid, la Directora General.
¿ Y qué quería ?
Hablar con usted, volverá a llamar.
Y volvió a llamar, por teléfono, los poderosos tienen el teléfono, los demás que presenten un escrito.
-Soy la Directora General, tengo una amiga que se casa con un ciudadano italiano y ya tienen contratado el hotel para que se aloje la familia de él que vendrá a la boda, así como la masía restaurante donde se celebrará el banquete. Mi amiga tiene miedo de que no esté lista la autorización matrimonial a tiempo.
-Yo soy el juez sustituto y no tengo retraso alguno en los expedientes de los que me he hecho cargo, pero su amiga ha sido muy imprudente, siendo él extranjero, en fijar fecha para la boda sin tener aún la autorización.
-Sí, pero seguro que usted lo puede arreglar.
Entretanto la funcionaria había traído el expediente. La Directora General podría perfectamente haberse ahorrado la llamada telefónica, el expediente ya estaba acabado, sólo pendiente de que su amiga, a la que ya se había avisado, viniese a buscarlo y se lo llevase al alcalde del pueblo donde se quería casar.
Las funcionarias respiraron tranquilas, en cambio su señoría pensó que ojalá el asunto de la amiga de la Directora General no hubiese estado listo para antes de la boda, sin duda entonces la Directora General se interesaría más en qué medidas habría de tomar para el buen funcionamiento en general del servicio y no sólo para sacar del apuro puntual a su amiga.