Evidencias patentizadas: invasión bélica de un estado libre, independiente y soberano, eufemísticamente bautizada como operación militar especial; un tirano, según los expertos, con acentuados rasgos narcisistas y psicopáticos; un insensato que ordena lanzar misiles y bombardea un hospital materno infantil, un teatro que sirve de refugio, un supermercado volatilizado, que ataca y mata a quienes aguardan la compra del pan, a ciudadanos indefensos; que obstruye corredores humanitarios; que propaga la desinformación y que se jacta de su grandilocuente discurso mesiánico corporizado en la maldad.
Sombrías incógnitas escandalizantes: mercado bursátil de cotizaciones en alza, pingües ganancias derivadas de la venta por parte de empresas armamentísticas, europeas y, mayormente norteamericanas, con insaciables y codiciosos especuladores que, de forma repugnante, llenan sus bolsillos manchados de sangre. Desaprensivos en entramados societarios. Oligarcas ventajistas. Testaferros interpuestos.


Una invasión que, con toda seguridad, se cerrará con un acuerdo cuando quienes manejan los hilos de este mundo lo decidan.
Cadáveres que aguardan una indigna sepultura, en improvisadas fosas, sin el adiós de sus deudos.
Nos preguntamos, qui prodest?.
Quienes sacan provecho miserablemente de esa «guerra», del ajeno e inmenso dolor desgarrador?
¿Por qué no se cierra la cotización de esas empresas y se les impide obtener suculentas ganancias?.
¿Por qué se programa una invasión militar que tiene visos, por el tiempo transcurrido desde su inicio, el potencial bélico del invasor y la fragilidad del invadido, a costa, calculada y expresamente ralentizada.?
¿Qué obscuros , insondables e inconfesables intereses subyacen en el despliegue militar y el derroche armamentístico que se produce en Ucrania?
José María Torras Coll
Sabadell