La invasión bélica de Ucrania por parte de Rusia, ordenada por el despiadado autócrata y autoritario, Vladímir Putin, suscita el riesgo de criminalizar, demonizar a todo el pueblo ruso, de propiciar la denominada rusofobia, es decir, el frontal rechazo social, político y económico a los rusos.
Convendrán conmigo que es injusto culpar a la población de Rusia de las atrocidades cometidas.
Las imágenes estremecedoras son fieles exponentes, como notarios de la actualidad, de la cruda barbarie; asesinatos de civiles, ejecutados con las manos atadas, ciclistas abatidos, fosas comunes improvisadas, ancianos inertes que yacen en las calles, madre e hija calcinados en el interior del vehículo en su desesperada y abortada huida del infierno, crematorios móviles para eliminar cualquier vestigio, todo rastro del salvajismo.
La disidencia en Rusia es un acto de heroicidad. Quienes han osado levantar la voz contra Putin han sido envenenados, encarcelados o han tenido que exiliarse. Nadie se atreve a exponer su vida.
Sus partidarios, los de mayor edad, es una generación anestesiada con la invasiva propaganda gubernamental de sedicente desagravio, inoculada secuencialmente a nostálgicos del imperialismo soviético, pese a la evidencia de la sistemática vulneración de los derechos humanos.
Sin embargo, algún día, ante la creciente asfixia aislacionista, los rusos dejarán de ser ciegos, reaccionarán, perderán el miedo y se levantarán contra el tirano opresor, recuperando su libertad, liberándose de la sumisión al poder, recobrando su orgullo y dignidad, como comunidad culta y civilizada, derrocando al dictador, y serán merecedores del reconocimiento internacional , contribuyendo a la paz, restaurando el orden internacional.
José María Torras Coll
Sabadell
INITINERE 