Antonio Vega Reina Crónica de Tribunales

Crónica de Tribunales: Empastillaos.

Demens furibundus es una de las formas jurídicas para definir en latín al loco peligroso; el vocablo «loco», que también viene del latín, significa lugar o sitio, y coloquialmente ha quedado para referirse al «et nom est in sana mente», el que no está en su sana mente. La canción esa que dice «to el mundo en pastilla en la discoteca» y que hasta cantan y bailan los niños en la guardería sin saber lo que están cantando, es ciertamente pegadiza, sin embargo, esconde algo que antes no existía en la medida en la que se ha llegado en los últimos años: las esquizofrenias paranoides, que se han disparado entre los más jóvenes por el consumo de alcohol con drogas sintéticas, creando con ello grandes oportunidades de trabajo para los estudiantes de medicina que quieran dedicarse a la psiquiatría y que pueden comprobar cómo algunos y algunas pasan del «empastillaos en la discoteca» al «empastillaos de por vida» para el control de brotes.

Entró una funcionaria en el despacho del juez sustituto indicando que ese mismo día se había presentado en el decanato y se había recibido en el juzgado especial de incapacitaciones e internamientos una demanda solicitando el internamiento forzoso de un individuo joven con un largo historial de brotes cuyos padres, que eran quienes hacían la petición, pedían ser recibidos. El matrimonio, no tendrían ambos más de 45 años cada uno, venían elegantemente vestidos, se les veía gente acomodaba, pero estaban muy angustiados, su único hijo era un peligro para terceros y muy en especial para ellos mismos, sufría de una esquizofrenia paranoide que le había provocado el consumo de alcohol mezclado con drogas sintéticas, oía voces en su cabeza que le incitaban a la violencia, había tenido ya varios ingresos forzosos pero, tras encontrar los médicos el cóctel de pastillas adecuado, le daban el alta y el chico quedaba en libertad con la condición de no dejar la medicación y bajo cierto control externo.

Sin embargo el muchacho, cuyos padres le habían puesto un piso para que viviese sólo, se había echado una novia, algo mayor que él y extranjera, y se la había llevado a vivir al piso, momento en que surgió el problema, la medicación en estos casos es tan fuerte que produce impotencia y claro, el muchacho quiso «cumplir» con la señora, dejó la medicación y no se presentó a los controles. No habían pasado aún un par de semanas que el chico volvió a oír voces en su cabeza y a asustarse de la televisión, decía que el presidente Zapatero le miraba desde el televisor y le señalaba con el dedo y le amenazaba con palabras que sólo él entendía. La señora caribeña se asustó y avisó a los padres y estos al juzgado y, ante el largo historial de brotes del personaje, el juez sustituto firmó en el acto lo que equivalía a una orden de búsqueda y captura.

No había terminado la mañana cuando avisan a su señoría que al chico lo tienen abajo en la calle esperando.

¿Cómo que esperando?, que lo suban.

Dicen los policías que es peligroso, que mejor baje usted.

Efectivamente el chico estaba fuera de sí, lo tenían esposado a la ambulancia.

Tenga cuidado señoría, no se acerque mucho, que tiene una mano suelta y le podría enganchar.

Habían hecho falta cuatro guardias urbanos como cuatro armarios para reducirlo y meterlo esposado en la ambulancia, estaba fuera de sí, pegando voces, diciendo que se encontraba bien, que desde que no tomaba las pastillas «ejercía» varias veces al día, en resumen, una escena que recordaba mucho a la niña del exorcista pero en masculino, imposible mantener un mínimo diálogo con él. La médico forense, que ya lo conocía de anteriores actuaciones, se mantenía a una distancia prudencial y le repetía al juez sustituto: no te acerques tanto que te va a enganchar con la mano que tiene suelta. La cosa estaba clara: orden de ingreso forzoso, contención y que los psiquiatras mirasen un nuevo cóctel de pastillas que lo «amansara».

Pasaron unos días y en la visita rutinaria de la médico forense y del juez sustituto a urgencias psiquiátricas se volvieron a encontrar con el muchacho, un fenómeno de fortaleza física, no había medicación suficientemente fuerte que lo doblegara. La médico forense se negaba a encerrarse en la pecera con él, temía una agresión, por lo que Su Señoría mandó llamar al jefe de psiquiatría.

Tiene amenazados de muerte a sus padres, sospecha que son ellos quienes le han denunciado, ¿no pensarás darle el alta en unos días?

Lo vamos a mantener aquí hasta que lo estabilicemos y luego solicitaremos un internamiento de larga duración, cada vez que viene necesitamos aplicarle una dosis más alta de medicación.

La pecera era una habitación de cristal de cierto grosor donde se encerraban el juez y la médico forense con el interno para la evaluación de si se podía o no dejar sin efectos el internamiento forzoso.

La médico forense se negaba en tales circunstancias a entrar en la pecera. Déjamelo a mí, dile a las enfermeras que me lo traigan al comedor.

¿Al comedor?.

Sí, al comedor, que voy a invitarlo a tomar un café.

El muchacho seguía fuera de sí: ¡Estoy secuestrado, usted tiene que decirme quién me ha denunciado; mi padre, seguro que ha sido mi padre, lo mato!.

¡No, hombre, no!, tus padres no han tenido nada que ver, la orden la he dado yo por tu propia seguridad (dentro de la esquizofrenia paranoide que el chico padecía estaba el hecho de que consideraba que el presidente Zapatero cuando salía en televisión hablaba directamente para él con palabras que nadie más que él entendía y que además le señalaba directamente con el dedo índice).

¡Zapatero es un peligro para mí!

Zapatero es un peligro para todos los españoles, por eso te he traído, aquí estarás a salvo, pronto habrá elecciones y no veras más a Zapatero.

El muchacho quedó calmado, por fin alguien le entendía, un juez le había confirmado que sus temores eran ciertos y había tomado medidas para su protección y marchó tranquilo a la zona de recreo donde estaba el resto de internados.

Su Señoría y la médico forense volvieron a la pecera, había otros internos forzosos a los que entrevistar. A la salida hubo un incidente desagradable con el jefe de psiquiatría: el chico le había contado la conversación con el juez y al psiquiatra no le hizo ninguna gracia que una simple mentira piadosa surtiera un efecto balsámico que no se había conseguido con un aumento de la medicación, al fin y al cabo de lo que se trata es de eso, de que estos jóvenes pasen sin solución de continuidad de estar «empastillaos en la discoteca» a estar simplemente «empastillaos».

Antonio Vega Reina.

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