Estos días, con motivo de la mal llamada guerra de Ucrania, que no es de Ucrania, que es algo más, expertos de todo tipo vaticinan y no se ponen de acuerdo en si habrá no habrá guerra nuclear. El sólo hecho de discutir el tema implica la tácita aceptación de la posibilidad cierta de que estemos a las puerta de la destrucción atómica.
Durante la guerra fría muchas fueron las películas que trataron el tema, quizás la más conocida sea Juegos de Guerra, donde unos chicos desde el ordenador de casa contactan con el ordenador que controla el sistema de lanzamiento de misiles, fallo informático que a punto está de poner en marcha la guerra.
Una de las películas más inquietante al respecto sobre las consecuencias de un fallo informático es la que en inglés viene titulada como FAIL SAFE.
Empieza el film con el brusco despertar bañado en sudor frio del coronel Black, piloto de bombardero de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, el cual lleva unas noches sufriendo un sueño recurrente en el que se ve a sí mismo en una plaza de toros donde un torero español mata al animal ante una multitud que le aplaude y vitorea. El hombre no acaba de interpretar el posible significado del sueño, que no le deja dormir, dado que nunca ha estado en España y nunca ha asistido a una corrida de toros.


Este coronel Black vuela a Washington D.C. para asistir a una conferencia dirigida por el Dr. Groeteschele, un politólogo y ferviente anticomunista reconocido por su experiencia en la política de las armas nucleares el cual, en una cena la noche anterior, descarta los temores de que una guerra nuclear destruiría a la raza humana, opina que, como en cualquier otra guerra, debe tener un vencedor y un perdedor y los millones de personas que podrían morir en tal guerra sólo serían el precio a pagar para acabar con la amenaza soviética.
Tales hechos son la introducción a una película de máximo suspense rodada en blanco y negro en 1964 en plena Guerra Fría . Su director, Sidney Lumet, se basó en la novela de 1962 del mismo nombre de Eugene Burdick y Harvey Wheeler. Un acierto el rodar en blanco y negro, ello da un dramatismo a la acción difícilmente conseguible en color.
La película en ningún instante pierde la tensión del momento y sigue detalle a detalle, prácticamente en tiempo real, la crisis causada por un error crítico que envía a un grupo de bombarderos estadounidenses a destruir Moscú y los intentos posteriores de detener a ese grupo de bombarderos antes de que pueda activarse con ello la respuesta soviética.
Impagable es la actuación de Henry Fonda en el papel de Presidente de Estados Unidos intentando evitar el Holocausto nuclear aún a riesgo de tomar una terrible decisión.
El sistema de alerta temprana avisa de que un avión no identificado ha entrado en el espacio aéreo de los EE. UU., siendo identificado el intruso poco después como un avión civil fuera de curso; sin embargo, tal alerta temprana ha dado origen a un error informático y hace que un grupo de bombarderos estadounidenses, el Grupo 6, con base en Alaska, reciba por error órdenes aparentemente válidas para un ataque nuclear contra Moscú.
Los intentos de rescindir esta orden fracasan debido a contramedida soviética de bloqueo de las comunicaciones por radio de EEUU, con lo que, el coronel Jack Grady, comandante del Grupo 6, obedece la orden informática y dirige sus bombarderos «Vindicator» sobre el Ártico hacia Moscú.
Henry Fonda, en el papel de presidente de los Estados Unidos, intenta retirar los bombarderos o derribarlos, aunque los militares, incluido el propio Black, advierten al Presidente que de todas formas los soviéticos tomarán represalias con todo lo que tienen, mientras Groeteschele insiste en que los soviéticos se rendirán cuando el Grupo 6 de bombardeo llegue a Moscú. Los cazas estadounidenses se apresuran a interceptar a los Vindicators pero, usando sus postquemadores, se quedan sin combustible antes de que puedan llegar a ellos y caen en las aguas del Ártico.
Mediante el teléfono rojo y asistido en todo momento por un intérprete, el presidente de EEUU abre comunicación directa con el primer ministro soviético y consigue que cese la interferencia radiofónica entre el mando norteamericano y el Grupo 6, pero la tripulación sigue su entrenamiento y descarta las contraórdenes como una artimaña soviética. Los americanos asesoran a los soviéticos sobre cómo activar los misiles de defensa de los Vindicators para hacerlos estallar en el aire, sin llegar a conseguirlo.
El presidente de EEUU en su lucha por encontrar una solución que evite un holocausto atómico ordena a un bombardero estadounidense, comandado por el coronel Blake, con el que previamente ha hablado, para que vuele hacia la ciudad de Nueva York para bombardearla si es necesario, cambiando la ciudad estadounidense más poblada por la ciudad soviética más poblada, a pesar de saber que la Primera Dama está allí.
Los soviéticos consiguen destruir gran parte del Grupo 6, pero pierden de vista tanto al avión principal como a un segundo avión señuelo que solo lleva armas defensivas, éste consigue alejar a los cazas soviéticos, lo que permite al bombardero evadir sus defensas.
Los soviéticos, desesperados, disparan todas sus armas en el camino del Vindicator restante. Cuando el avión se acerca a Moscú, los estadounidenses finalmente pueden comunicarse con él por radio. Tanto el presidente como la propia esposa del piloto lo instan desesperadamente a interrumpir el ataque. Mientras el comandante vacila, una salva de misiles soviéticos apunta a su avión. Grady los atrae con el último de sus misiles defensivos, lo que hace que detonen muy por encima de él que acaba descartando las súplicas al considerarlas como un truco de los soviéticos.
El presidente de EEUU permanece en contacto con su embajador en Moscú hasta que la línea telefónica se corta abruptamente con un fuerte chirrido, momento en que ordena al coronel Black, cuya esposa e hijos viven en la ciudad de Nueva York, que sobrevuele la ciudad y la bombardee, utilizando el Empire State Building como zona cero. Después de obedecer, Black se suicida, no sin antes llamar a su esposa diciéndole que por fin ha descubierto el significado de su sueño recurrente: «El Matador, el matador…soy yo…».
Los últimos momentos de la película muestran imágenes de personas en Nueva York haciendo su vida cotidiana, sin darse cuenta del desastre que se avecina, seguidas de fotogramas congelados de sus rostros mientras explota la bomba nuclear.