José Mª Torras Coll (Profesor Asociado de la UPF)

La renuncia silenciosa.

Actualmente se detecta en las empresas un fenómeno denominado “Quiet quit, es decir, renuncia silenciosa. Consiste en que el empleado, generalmente de la Generación Z, no se toma el trabajo en serio.

No es que les falte ambición, sino que carecen de alicientes, de estímulos, de motivación. No se sienten implicados en la empresa y adoptan una actitud pasiva o deliberadamente se limitan a realizar lo estrictamente necesario. No están dispuestos a efectuar esfuerzos o sacrificios extraordinarios.

No les interesa trabajar los fines de semana, ni en días festivos, ni hacer horas extras. Anteponen la conciliación familiar, su personal bienestar, la calidad de vida, no se involucran en los proyectos empresariales.

No se trata del síndrome de burnot, es decir, lo que coloquialmente se viene en denominar estar quemado, propio de quien lleva una larga trayectoria en el mismo puesto de trabajo y está agotado, sin ilusión.  Se relaciona con una actitud en el trabajo caracterizada por sentimientos negativos. Atrapado en la desidiosa rutina.

Para algunos de quienes manifiestan en el ámbito laboral esa renuncia silenciosa la prioridad no es el dinero, sino ser tratados como personas, el aspecto emocional.

Los hay que no presentan la más mínima tolerancia frente a cualquier adversidad o contratiempo. Los jóvenes suelen expresarse, exclamando,me da palo.

Otros anteponen la mera comodidad a todo esfuerzo y prefieren ser desempleados felices que ocupados insatisfechos.

Para hacer frente a ese desánimo, a esa falta de alicientes, se está instaurando, sobre todo ,en las grandes empresas, entre sus innovaciones, el llamado salario emocional que comprende aquellas retribuciones no  estrictamente económicas que el trabajador puede obtener de la empresa,y ,cuyo objetivo es incentivar de forma positiva la imagen que tiene sobre su ambiente laboral e incrementar la productividad, así como satisfacer las necesidades personales, familiares y profesionales, mejorando su calidad de vida y fomentando un favorable clima organizacional.

No cabe duda que un empleado que se siente valorado y cuidado suele ser un trabajador satisfecho, eficiente y productivo.

Por ello, cada vez más, las empresas, especialmente las multinacionales punteras, apuestan por motivar y cuidar a sus equipos a base de incentivos y elementos que les aporte un valor añadido.

Se trata de implementar nuevas fórmulas estimulantes que permitan aumentar el grado de satisfacción, la confianza y el bienestar de los empleados, con miras a aumentar su rendimiento y atraer o fidelizar, y, a través de los responsables de recursos humanos, mediante los rigurosos procesos de selección y el cribaje correspondiente, captar talante y talento, actitud y aptitud.

Son muchos los ejemplos de esa nueva modalidad ,del salario emocional.

Cabe colacionar ,a guisa de ejemplo, el horario flexible, el auge del teletrabajo, los planes de seguros de salud privados, guarderías, apoyo a familiares dependientes, actividades lúdicas, cafetería y comedor para propiciar y favorecer la socialización de los empleados, concesión de días de fiesta extras, abono de gimnasio, clases de yoga, a fin de lograr el bienestar físico y mental de los trabajadores, incentivos de descuentos en viajes, comercios, ocio, restauración, etc.

No cabe duda que los tiempos han cambiado. La sociedad ha experimentado una gran transformación y las nuevas generaciones que se incorporan al mundo laboral necesitan estímulos para evitar  esa deriva de la renuncia silenciosa.

Se dirá que para quienes, antaño, se esforzaron en el trabajo, renunciando a muchos proyectos vitales, haciendo grandes sacrificios, se hace difícil comprender, hogaño, esta actitud que pueden llegar a tildar de puro pasotismo, de desgana, de apatía, de falta de compromiso, o incluso de vagancia y de irresponsabilidad.

Los llamados “ninis” es este país, es decir, quienes estando en edad y condiciones de trabajar, ni estudian ni trabajan, lamentablemente, constituyen un porcentaje nada despreciable.

España sigue siendo uno de los países europeos con la mayor tasa de jóvenes entre 18 y 24 años que ni estudian ni trabajan.

Acontece que el mercado de trabajo está muy polarizado. Conviven en él personas hiperformadas en sectores de tecnología e ingeniería con otros que están condenadas a la temporalidad y a la pérdida constante de empleo, expuesto a la vulnerabilidad.

Sin embargo, muchos jóvenes están más preparados que nunca y aguardan con ilusión, a la vez que con zozobra e incertidumbre su futuro.

Debemos proporcionarles alicientes, estímulos suficientes para que se integren y sientan plenamente realizados en el mundo laboral.

Y, debemos eliminar ese porcentaje de “ninis” con políticas laborales y formativas integrativas sensatas, y, por supuesto, en cualquier caso, con salarios dignos y acordes a su labor, a sus méritos, a su capacidad y responsabilidad que dignifiquen y hagan posible su realización y proyección vital profesional y personal.

José María Torras Coll

Sabadell

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