Todas las ciudades importantes tienen sus togas de oro y su «dedo gordo».
La teoría del dedo gordo viene del hecho físico conforme al cual de los cinco dedos que tenemos en la mano: meñique, anular, corazón, índice y pulgar, sólo el dedo gordo puede tocar directamente a los otros dedos, ninguno de los dedos puede interactuar entre sí a excepción del dedo gordo que puede interactuar con todos los demás en conjunto o con cada uno de ellos por separado.
Aunque su figura ya existía con anterioridad, Hollywood la llevó a la gran pantalla en un film de finales de los noventa que ha pasado desapercibido, siendo en esta película donde por primera vez al profesional que realiza cierta función mediadora entre poderes fácticos y legales se le designa con el apodo de: “el dedo gordo”
El dedo gordo siempre o casi siempre es un abogado, preferiblemente un abogado penalista, al cual los medios se encargan de darle una publicidad y prestigio por encima del resto de sus compañeros, de manera que no hay litigio que trascienda lo meramente jurídico que no acabe en manos del dedo gordo.
Pongamos por ejemplo la ciudad de Chicago, que bien podría ser Barcelona, e imaginémonos la siguiente encriptación:
El dedo índice representa al poder ejecutivo de la ciudad, policía incluida.
El dedo corazón representa al poder económico local.
El dedo anular representa al aparato de justicia.
Y por último el dedo meñique representaría al mundo el delito de trascendencia económica o política.
Ninguno de estos dedos puede tocarse e interactuar entre sí, pero hay ocasiones en que necesitan pasarse mensajes y llegar a acuerdos subterráneos los unos con los otros. Es aquí donde interviene la impagable figura del dedo gordo, el abogado penalista de reconocido prestigio, una toga de oro, que lleva y trae mensajes, que es defensor de los grandes casos económicos-políticos que se dan en la ciudad, pero que al mismo tiempo tiene línea directa y puertas abiertas con la policía, la judicatura, la alta delincuencia economica y la política, así lo explican en la película.
Supongamos que el dedo meñique necesita dar un mensaje al dedo anular, pero no tiene conexión directa puesto que el meñique (la delincuencia económico-política) y el anular (la judicatura) no pueden tocarse abiertamente, o supongamos que es el dedo corazón (el poder económico local) quien quiere dar un aviso de suma importancia al dedo índice (el poder político de la ciudad) en asuntos en los que no puede haber conexión directa.
Para solucionar estos problemas está el dedo gordo, el abogado penalista de reconocido prestigio, la toga de oro, transmisor de mensajes y muñidor de acuerdos en la sombra. El problema del dedo gordo es que llega un momento en que acumula tanta información delicada de personajes importantes, que le es imposible retirarse sin poner en riesgo su propia vida. En la película norteamericana el abogado penalista, asqueado de su trabajo, quiere dejarlo, pero no le dejan, por ello acaba simulando su propia muerte como única solución para salvar su vida y que su familia pueda conservar el patrimonio acumulado.
En los felices años de la Barcelona Olímpica, un joven abogado se pasaba las mañanas en Sala haciendo más vistas de juicios de las que realmente podía atender. En ese ir y venir de Sala en Sala el joven abogado tuvo la oportunidad de conocer a dos personajes excepcionales en su profesión en aquellos años de grandes pelotazos y grandes plusvalías, donde el precio de la vivienda en Barcelona empezó a subir repentinamente hasta llegar al extremo en el que ahora nos encontramos.
Uno de esos dos personajes excepcionales era el dedo gordo de la ciudad, un hombre de suma educación que trataba a los abogados jóvenes con sumo esmero y que, como todo dedo gordo, llegó un momento en que dejó de ser útil y se le quitó de en medio, sin que fuese necesario liquidarlo, somos un pueblo romanizado y conocemos bien como funciona la muerte civil.
En aquellos años olímpicos, el juez instructor de guardia en Barcelona era Dios, los autos de prisión preventiva o de libertad bajo fianza no necesitaban, como ahora, la petición del fiscal o de la acusación particular, ello quedaba al arbitrio único y exclusivo del juez de instrucción. La administración de justicia tiene disfunciones que cuando afectan a personas principales hacen que sean corregidas y tal corrección acaba beneficiando al común de los justiciables; el sumario de los GAL y el ingreso en prisión de Rafael Vera, a las horas Director General de la Seguridad del Estado, conllevó una modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, conforme a la cual desde entonces tiene que haber petición de parte (fiscalía o acusación particular) para que el juez instructor decrete una prisión preventiva o una libertad bajo fianza. Lo dicho, una reforma legal que se hizo para un caso concreto acabó beneficiando al común de los justiciables.


Había otra disfunción del dedo anular (el aparato de justicia) que afectó principalmente al dedo corazón (al alto empresariado) en aquellos años de grandes plusvalías; tal disfunción era el hecho de que si bien las querellas criminales una vez presentadas iban a reparto, no ocurría lo mismo con las denuncias, éstas se has había de quedar el juez instructor de guardia del día de presentación de la misma. No todos los jueces de instrucción eran lo mismo, había uno en especial con fama de justiciero con los poderosos, al que también conoció en aquellos vertiginosos años el joven abogado. Este personaje era como el anterior sumamente educado y respetuoso con la joven abogacía, quizás por el hecho de que él también había ejercido como abogado, y se le notaba además, cosa poco común, que anteponía su condición de miembro de un poder del Estado a su condición de funcionario, es decir, el hombre se creía su función de juez.
La mencionada disfunción de la falta de reparto en las denuncias hizo que la mayoría de ellas, cuando iban dirigidas contra personas principales en el mundo de la empresa, eran presentadas el día en que el justiciero estaba de guardia, el cual no tenía miramientos a la hora de firmar autos de prisión preventiva, que no necesitaban aún la petición de la fiscalía o de la acusación particular, de manera que empezaron a pisar la cárcel Modelo personajes que por su posición en la sociedad nunca se lo hubieran imaginado.
El dedo corazón (el alto empresariado) se puso muy nervioso, y dice la sentencia que condenó al justiciero que éste empezó a recibir ciertas importantes cantidades de dinero del dedo corazón a través del dedo gordo.
Sin embargo, el dedo corazón no quería seguir pagando para evitar la prisión preventiva de sus miembros, que uno tras otro iban pasando por el juzgado de guardia, y entonces el dedo índice (poder político local y autonómico) encontró como solución más adecuada el proponer al justiciero para un alto cargo de representación allá en los Madriles, craso error del justiciero aceptar tal cargo pues con ello perdió el mando en plaza y dejó de ser intocable, de manera que en poco tiempo sus damnificados consiguieron no sólo procesarlo y encarcelarlo, sino también su muerte civil de manera irrevocable.
Respecto del dedo gordo, su amigo, no tuvo mejor final, realmente sabía demasiado, viniendo a continuación una etapa transitoria en la que el papel de dedo gordo no correspondió a un abogado penalista, sino a un abogado alto funcionario del Estado en excedencia, que como el anterior también acabó procesado, lo dicho, «sabían demasiado».
A día de hoy las cosas han vuelto a la normalidad y, a pesar de la peligrosidad del oficio, Barcelona, como toda gran ciudad importante, no puede prescindir de ese valioso personaje, esa toga de oro, con un pié en el cielo y otro en el infierno, que realiza esa impagable y subterránea función de interactuación y búsqueda de soluciones para las cosas que no tienen solución.