Los abultados pagos del FC Barcelona a quien fuera vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros de la Real Federación Española de Fútbol, Enriquez Negreira, deben aclararse con precisión y urgencia disipando cualquier atisbo de duda que salpique la imagen, el prestigio, la reputación y la honorabilidad de la institución y que haga gala del eslogan, “Som més que un club”.
Es difícilmente explicable la contratación de esos supuestos-esperpénticos- servicios de asesoramiento, al parecer carentes de sustrato documental, e incomprensible que nadie detectase tales anomalías pese a la fiscalización de las auditorías y el debido control que debía ejercer el Compliance del Club.
No es de recibo apelar al socorrido victimismo como manida censurable táctica escurridiza. Debe alejarse cualquier resquicio o sospecha de actuación irregular y, en su caso, delictiva. Ora, presunto delito de administración desleal y/o delito de corrupción entre particulares, sin perjuicio de la depuración de eventuales responsabilidades disciplinarias.
Laporta debe explicar por qué incrementó las partidas destinadas a Negreira.
Debe aclararse cuanto antes, si de veras, hubo compra de influencia arbitral y si la misma fue realmente efectiva o si se pagó por nada, si el destinatario del dinero fue un timador que les vendió humo. O si subyacen ciertos métodos “creativos” de efectuar pagos opacos y quizás también de recibirlos, como sería el supuesto de eventuales comisiones por fichajes, cuestión que siempre ha aleteado.
Llama también poderosamente la atención y, ello ha sido controvertido, el que el presidente del Barcelona haya encargado las costosísimas obras de remodelación del Camp Nou, a una empresa turca.
En cualquier caso, el fútbol, los aficionados y socios, los clubes, merecen que se disipe cualquier sombra de sospecha sobre la competición, que se aclare si hubo alteración de las reglas de juego y, sobre todo, acerca de la gestión del Barça que debería ser modélica y transparente.
José María Torras Coll
Sabadell
INITINERE 