Se acerca la Semana Santa, donde el mundo cristiano conmemora la detención, juicio y crucifixión de Cristo. Son varios los autores que han repasado tales hechos desde el punto de vista jurídico, con abstracción de otras consideraciones, haciéndose la siguiente pregunta:
¿Tuvo Cristo un juicio justo?
Lo primero a tener en cuenta es que el delito que los denunciantes, el Sanedrín o gobierno judío, achacaban a Cristo, el autoproclamarse hijo de Dios, era un delito inexistente en la juridicidad del mundo romano, donde reinaba el principio de libertad religiosa, siempre que la misma no atentara a la seguridad del Estado. Los romanos, con su Panteón de todos los dioses, propios y conquistados, no entendían que un tema de creencia religiosa pudiera ser castigado con la pena capital. De entrada Jesús, que predicaba y fue detenido en el territorio de Judea, sin embargo él era Galileo y Galilea funcionaba con cierta autonomía bajo el mandato del rey Herodes. En ningún momento de los Evangelios se percibe que el gobernador romano, Pilatos, tuviese animadversión hacia Jesús, más bien da la impresión que intenta quitar hierro al asunto a pesar de que el reo no era ciudadano romano y se le podía flagelar sin juicio previo, como así sucedió para intentar calmar a los denunciantes.
Surge en los primeros momentos del proceso un problema que hoy llamaríamos de declinatoria de jurisdicción, puesto que Jesús era galileo y el delito no estaba tipificado en el derecho romano era el rey de Galilea quien tenía que pronunciarse y Jesús es remitido para ser juzgado por Hedores, el cual a su vez rehúsa pronunciarse, no ve delito en Jesús, al respecto es recomendable ver el insuperable «charleston» al piano del rey Hedores en la película «Jesucristro Superestar». Herodes se declara incompetente y devuelve al reo ante la autoridad romana.
Hay que reconocer que Jesús no se lo puso nada fácil al gobernador romano, un hombre como él que había conseguido cambiar el pensamiento de las gentes sólo con su palabra con frases tales como «a Dios lo que es de Dios y al César lo que es de César» respecto de la obligación del pago de los impuestos, o la frase «quien esté libre de pecado que tire la primera piedra» respecto del castigo a las adúlteras, de un hombre así era de esperar argumentación suficiente si quería salvar su vida, sin embargo de la lectura de los Evangelios da la impresión de que en modo alguno tuvo intención de retractarse o de suavizar sus afirmaciones.
Por fin y como último intento de salvar a Jesús, Pilatos acude in extremis al argumento de que durante la Pascua Judía era costumbre que los romanos liberasen a un preso y, en un error de percepción del propio gobernador, en vez de liberar a Jesús directamente, somete el asunto al criterio de la muchedumbre congregada ante el Tribunal al preguntarles ¿queréis que libere a Jesús?, y la muchedumbre, alentada por agentes del Sanedrín que también estaba presente, empezó a gritar «Barrabás, libera a Barrabás», quedando para la Historia que el pueblo de Jerusalem prefirió liberar a un homicida y ejecutar a un inocente.
¿Tuvo Jesús un juicio justo?.
A tenor de la legislación de la época no podemos afirmar que Roma diera a Jesús un juicio injusto sin posibilidad de defensa.
¿Recae sobre los judíos la culpa histórica de la muerte de Jesús?
Eso se ha pensado siempre, sin embargo en el año 1974, se estrenó en España “Proceso a Jesús”, versión cinematográfica del texto homónimo de Diego Fabbri, siendo director de la misma José Luis Sáenz Heredia, el cual contó con un elenco de actores de lujo para la época como José María Rodero, Andrés Mejuto, Alfredo Mayo, Manuel Torremocha, Lli Muráti, Diana Lorys, Ángel del Pozo, María Cuadras, Fernando Hilberck, Agustín González, Mónica Randall, José Mª Calafell, Eduardo Bea, Tomás Blanco, Marisa Porcel, es decir, gente que venía del teatro de verdad.


En la película se recrea, en tiempos modernos, un juicio que tuvo lugar hace 2000 años, no es cualquier juicio, es el juicio más conocido del mundo, todos saben cómo empieza y todos saben cómo acaba, siendo representado multitud de veces durante estas fechas en todo el orbe cristiano.
Un grupo de artistas judíos sefarditas, en la Sinagoga de Toledo y ante un público desconcertado, interpretan el «Proceso a Jesús», pretendiendo averiguar si la condena de Cristo estuvo justificada o no, ya que no se resignan a aceptar que la historia considere al pueblo judío responsable de la muerte del Mesías.
La película traslada casi milimétricamente la obra del teatro al cine, cosa que fue idea personal de Sáenz de Heredia, que puso en imágenes el desconcierto que causó en el mundo católico el Concilio Vaticano II.
Sáenz de Heredia, amigo de Buñuel y primo de José Antonio, entre su larga filmografía destaca el haber sido el director y guionista de la película propagandística “Raza”, por lo que siempre se le consideró el realizador oficial del franquismo.
Proceso a Jesús fue una de sus últimas obras y en dicha representación teatral de que trata la película, el grupo de artistas judíos sefarditas escenifican y analizan la legitimidad del proceso según las leyes de la época, dándose la circunstancia de que a medida que avanza la función se irán involucrando varias personas del público, que aportarán su personal visión sobre el tema.
En la recreación del juicio aparecen en primer lugar los directos implicados en el mismo, como Pilatos y Caifás, a los que se suman la Virgen María, San José o los Apóstoles. Sin embargo, entre el público van revelándose espectadores que se sienten a sí mismos interpelados por la narración del Evangelio, como una mujer que se autoidentifica en sus vivencias con María Magdalena o una joven que se reconoce a sí misma en la parábola del Hijo Pródigo.
Entran también en escena un detractor de la Iglesia católica y de la divinidad de Jesús de Nazaret, y un sacerdote que le dará la réplica. La irrupción de ambos da pie a un debate que constituye una de las partes más interesantes del film. Mientras el crítico cuestiona la huella de Cristo en un mundo azotado por el egoísmo, su defensor expone que los santos sí han cambiado cosas y apela a la esperanza que el Nazareno supone para millones de personas.
El largometraje se llevó a cabo en los años setenta, un tiempo marcado por importantes cambios sociales y algunas corrientes de pensamiento contrarias el cristianismo. Estos aspectos quedan reflejados en una trama lo suficientemente buena para compensar sus defectos. El relato incluso pasa de puntillas por los conflictos internos surgidos en la Iglesia posconciliar.
No está mal que distintas televisiones nos obsequien cada año con la reposición de Ben-Hur y su magnífica carrera de cuadrigas, pero tampoco estaría de más que en alguna ocasión se repusieran en televisión películas como ésta y su, novedosa para el año 1974, visión del proceso a Jesús.
Que tengáis todos, creyentes y paganos, unos buenos días de asueto y nos vemos pasada la Pascua.