El calor y el bochorno consiguiente seguían siendo insoportables, el aire acondicionado ayudaba bastante, pero no lo suficiente, Castelldefels seguía siendo el patio trasero de Barcelona y Rumanía aún no había conseguido el libre tránsito de sus ciudadanos por la Unión Europea.
Esa mañana como en las anteriores, el Juez sustituto estaba en el tercio de tiempo dedicado a la celebración de bodas, 10 o 12 cada mañana, un trabajo rápido y divertido, el juez sustituto y una funcionaria se sentaban en el estrado y el mundo mundial, con todas sus etnias, pasaba delante de ellos.
En esto que entra el mosso de escuadra muy alterado haciendo grandes aspavientos: ¡Qué escándalo, qué vergüenza, Señoría, pero si viene desnuda!
Tras del mosso se cuelan en sala unas personas en lo que antiguamente se decía vestidas de domingo, también muy alteradas, quejándose que no están en la lista diaria de celebraciones. La funcionaria diligentemente sube a la oficina y vuelve con el expediente e informa: la citación no es para para boda sino para la entrevista, lo dice bien claro, se ve que sólo han leído el día y hora y han dado por sentado todo lo demás.
Pues eso, que suban a la oficina y esperen su turno para la entrevista.
Acabadas la celebraciones, ya en su despacho, entra la funcionaria encargada del expediente con una extraña sonrisa y le pregunta: Señoría, ¿por quién quiere usted empezar la entrevista, por el novio o por la novia?, hasta ese momento el juez no había visto a ninguno de los contrayentes:


Que pase primero el novio.
Un hombre perfectamente endomingado con un traje nuevo de lana de invierno con chaleco, sudando a chorros. El chico, de unos 30 y tantos años se quejaba:
¿Por qué no puedo casarme con mi novia si vivimos juntos, ella duerme arriba y yo abajo?
¿Cómo es eso?
Si, ella en el piso de arriba y yo en el piso de abajo, vivimos en la misma escalera, yo con mi madre que está ahí fuera, e insistía con desesperación, pero, ¿por qué no puedo casarme con mi novia?
Vamos a hacer una cosa, espere usted fuera y que pase su madre que hablaré con ella.
La señora estaba muy compungida, ahora que había conseguido colocar al chico, la justicia le ponía pegas. El juez, que aún no había visto a la novia, intentó explicarle a la señora, que sin duda ya lo sabía, que su hijo no estaba en condiciones de prestar el consentimiento matrimonial.
Bueno, salga fuera y que pase la novia.
Aparece nuevamente el mosso de escuadra: ¡qué vergüenza Señoría, qué escándalo, viene desnuda!.
Vamos hombre, tranquilícese y vuelva usted al control de puerta, no será para tanto.
La novia viene con intérprete, advierte una funcionaria sin perder la sonrisa burlona. La intérprete era de la misma nacionalidad que la novia y en otras ocasiones había dado muestras de sentir cierta vergüenza por el comportamiento de algunos y algunas de sus compatriotas.
Bien, que pasen los dos.
Entró la intérprete y por fin entró “la novia”.
Su Señoría pudo constatar con sus propios ojos que no era cierto que viniese desnuda como decían el mosso de escuadra y las funcionarias, venía vestida de blanco, como corresponde a las novias, con una especie de bata de lino blanco transparente, que por detrás no le llegaba mucho más allá del punto dónde la espalda pierde su honesto nombre, sin nada más debajo que un pequeño tanga, muy pequeño, casi invisible. Todo ello ponía a disposición que quien quisiera verlo la generosidad y abundancia en curvas de su carne morena.
El juez sustituto pensó: hace mucho calor, mejor vamos por faena y acabemos pronto.
¡Vaya, tiene usted dictada una orden de expulsión para dentro de unos días!.
La señorita trabajaba en una de las varias importantes casas de lenocinio existentes en el patio trasero de Barcelona, Castelldefels, sin duda debía de ser muy eficiente y productiva en su trabajo porque sus patrones tenían gran interés en que no se la deportara.
Ese año, la presión ciudadana puso al descubierto la corrupción existente en ese submundo donde participaban algunas personas que por su cargo u oficio nunca debieran de confraternizar en esos ambientes, por ello otras autoridades superiores se vieron en la necesidad de actuar, poner orden momentáneamente, hasta que las aguas volvieran a calmarse.
El juez sustituto dirigiéndose a la intérprete:
Dígale que lo que yo resuelva se lo notificaran por escrito por si quiere recurrirlo, pero dígale también que ya le adelanto “in voce” que no voy a autorizar este matrimonio cuyo único fin es parar la orden de expulsión.
No había terminado la intérprete de traducir la resolución «in voce» de Su Señoría cuando la novia y sus generosas carnes cubiertas por la bata blanca de lino transparente, se levantaron de muy mala gana y tras fulminar con la mirada al juez sustituto, sin mediar palabra alguna, salieron del despacho dando un sonoro portazo. La intérprete, nuevamente avergonzada, pidió disculpas por el comportamiento de una de sus compatriotas.