Relazione del primo viaggio intorno al mondo.
Antonio Pigafetta, noble italiano de Vicenza, fue un auténtico hombre del Renacimiento: explorador, geógrafo y cronista al servicio de la República de Venecia, al enterarse que en España se estaba preparando una expedición para ir al Moluco, las islas de las especias, al otro extremo del mundo, movió todas sus influencias para ser aceptado en la expedición que el emperador Carlos, Rey de Romanos, había encargado al portugués Magallanes, y cuyo curso secreto era ir a las Molucas, pero por Occidente, dado que la ruta por Oriente doblando el cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica) estaba en poder de Portugal desde que por el Tratado de Tordesillas se fijó una línea de demarcación por la cual Castilla y Portugal, con la mediación del Papa, se repartieron a partes iguales el mundo descubierto y por descubrir quedando para España el Occidente y para Portugal el Oriente.

Fernando de Magallanes, que sin duda debía poseer información privilegiada que guardaba sólo para sí, acudió primero a su señor, el Rey de Portugal, que probablemente tenía entonces la marina más potente de la época, la cual había llegado a establecer enclaves en la India mayor y entrar por ello en conflictos armados con la flota del Sultán Solimán el Magnífico, coetáneo y enemigo declarado de Carlos V. Magallanes consiguió del Rey de España la confianza y el apoyo que le faltó de su señor portugués.
La intención de Magallanes era encontrar un paso marítimo hacia los territorios de las Indias Orientales y buscar el camino que, recorriendo siempre mares castellanos (según el Tratado de Tordesillas), llegase a las islas de las Especias (las Molucas), en la llamada ruta hacia el Oeste, algo que ya habían buscados otros sin éxito.
Pigafetta era un hombre imbuido en el Renacimiento, el humanismo y en conseguir la gloria. El mismo nos refiere que “sabía que navegando en el Océano se observan cosas admirables, y determiné de cerciorarme por mis propios ojos de la verdad de todo lo que se contaba, a fin de poder hacer a los demás la relación de mi viaje, tanto para entretenerlos como para serles útil y crearme, a la vez, un nombre que llegase a la posteridad».
Fue admitido a bordo como supernumerario, puesto destinado normalmente a jóvenes de familias nobles enrolados como voluntarios en busca de aventuras o experiencia militar. Su nombre quedó registrado como «Antonio Lombardo», «Antonio de Lombardía», destinado a la nao Trinidad, capitaneada por Magallanes, donde le sirvió como intérprete y cartógrafo.
Pigafetta recopiló numerosos datos acerca de la geografía, el clima, la flora, la fauna y los distintos tipos de habitantes indígenas de los lugares recorridos; su minucioso relato fue un documento de gran valor, sobre todo por sus apuntes de náutica y lingüística. Sin su diario, la información del viaje de Magallanes sería muy incompleta. Empezó a escribir el día de su partida y terminó tres años después, el mismo día que vuelve a España.


EL CANIBALISMO EN LAS INDIAS OCCIDENTALES.
El tema de los caníbales ya había sido objeto de interesantes comentarios por parte de Cristóbal Colon y de Américo Vespucio, aunque ninguno de los dos navegantes da tan prolijas explicaciones como Pigafetta. Los caníbales, palabra derivada de caribes, eran antillanos que ya había encontrado Colón y descrito su antropofagia y feroces costumbres. Con el tiempo el nombre propio se transformó en nombre común y adjetivos.
El 13 de diciembre de 1519 la expedición, aún con las cinco naves intactas, llegan al actual Rio de Janeiro y se inicia un intercambio con los indígenas.
El 27 de diciembre llegaron a Río de la Plata y estuvieron 13 días, siguiendo a continuación el viaje hasta los 34 grados y un tercio de latitud donde encontraron en un río de agua dulce a unos hombres que comían carne humana, uno de ellos vino a la nave capitana para dar confianza a los suyos.
Con anterioridad a esta expedición de Magallanes, en 1516, el navegante español Juan Díaz de Solís, después del descubrimiento del Pacífico Sur por Balboa, organizó una primera expedición en busca de un pasaje en el Oeste hacia la India. Se adentró en la región de Charrúa en el estuario de Río de la Plata, y fue asesinado y devorado junto con algunos de sus hombres por los indígenas con los que toparon.
Pigafetta nos describe las costumbres de estas gentes de las que nos dice que “no son cristianos y no adoran nada, viven según los usos de la Naturaleza y llegan a vivir ciento veinticinco o ciento cuarenta años. Van desnudos tanto los hombres como las mujeres, viven en casas muy grandes llamadas boíi y duermen en redes de algodón atadas por cada punta a troncos gruesos que se llaman hamacas. Allí dentro también hacen fuego. En cada uno de estos bohíos viven cien hombres con sus mujeres e hijos por lo que siempre hay mucho ruido. Tienen barcas , llamadas canoas, hechas de un sólo tronco macizo, ahuecado con hachas de piedra, pues estos pueblos utilizan la piedra como nosotros el hierro, porque no lo tienen. En cada una de estas barcas pueden ir treinta o cuarenta hombres, remanado con palas como las de los panaderos, y son tan negros, desnudos y rapados que cuando reman parecen los habitantes de la laguna Estigia.”
Y continúa Pigafetta con su descripción:
“Estos hombres y mujeres tienen el mismo aspecto que nosotros. Comen carne humana, la de sus enemigos, no porque sea buena sino por cierta costumbre. Esta costumbre empezó cuando el hijo único de una vieja fue asesinado por sus enemigos. Cuando pasaron unos días, algunos de los suyos apresaron a uno de los compañeros del que había matado al hijo y lo condujeron a donde estaba la vieja, ella, al verlo, se acordó de su hijo y como una perra rabiosa saltó encima de él y le mordió en un hombro. Cuando este hombre pudo huir se fue con los suyos y explicó que se lo habían querido comer crudo y les enseñó la marca en el hombro. Desde entonces aquellos empezaron a comerse a los que capturaban de la otra tribu y otro tanto hicieron estos; éste es el motivo de aquella costumbre».
Sin embargo:
«No se los comen de una sola vez sino que, una vez muertos, un día uno corta un trozo y se lo lleva a casa, lo pone a ahumar y al cabo de ocho días corta un trocito y se lo come asado junto con otros alimentos en recuerdo de sus enemigos”.
Tras una penosa y hambrienta travesía por el Pacífico, Océano que conforme al tratado de Tordesillas correspondía España y no a Portugal, en octubre de 1521 la expedición, ya mermada con sólo tres naves, llega a Cavite y Subanon, en las que más tarde se llamarían islas Filipinas, que son recorridas casi en su totalidad en busca de las Islas Molucas.
EL CANIBALISMO EN LAS INDIAS ORIENTALES.
Son muchos y diversos pueblos con dispares costumbres de los que nos da cuenta Pigafetta, como por ejemplo los habitantes de las islas de Butuan y Cagayán, de los que nos pone de manifiesto el curioso menu de sus habitantes, a los que describe como hombres peludos, excelentes guerreros y arqueros que llevan espadas como de un palmo de ancho y que sólo comen corazones humanos crudos con zumo de naranja o limón.
Por fin el 6 de noviembre de 1521 las dos naves que quedaban de la expedición, la Trinidad y la Victoria, llegan a las Molucas y comerciando con los reyes indígenas cargan ambas naves de las preciadas especias, en especial el clavo y la nuez moscada, y el 18 de diciembre, tras las correspondientes despedida con los reyes indígenas, descubren que la nao Trinidad no logra levar el ancla y empieza a hacer agua por la quilla justo cuando los vientos son favorables para iniciar el regreso a España, por ello la nao Trinidad se queda en el Maluco junto con 49 hombres para reparación de la misma. La Nao Victoria, cargada de especias inicia su regreso a España atravesando en este caso la zona del mundo asignada a Portugal en el Tratado de Tordesillas.
En el viaje de vuelta, en las islas que pararon para cargar agua, leña y alimentos, también Pigafetta nos relata la existencia de caníbales, con los que llegaron a intercambios comerciales, así en la isla de Buru, de gran tamaño, habitada por musulmanes en la costa y en el interior por gentiles (gentes sin religión) eran estos últimos quienes se alimentaban con carne humana, costumbre bastante extendida en las islas de estos archipiélagos, en alguna de las cuales incluso ha llegado hasta nuestros días y en cierto modo, si pensamos que los reyes y personas principales de aquellas islas tenía decenas de mujeres y a veces centenares de hijos, el canibalismo con los enemigos no sería sino una forma de mantener el equilibrio ecológico en un espacio territorialmente reducido.
El cargamento de especias de la nao Victoria cubrió con creces los costes económicos de la total expedición. Los 49 hombres que se quedaron para reparar la nao Trinidad fueron hechos prisioneros por los portugueses.
De los cerca de 300 hombres que iniciaron la expedición, sólo 16 de ellos completaron la primera vuelta al mundo, entre ellos Antonio Pigafetta que obsequió a Carlos V no con oro y especias, sino con su diario del viaje que fue mucho más apreciado por dicho monarca considerado entonces como el señor del mundo.