LA MAS MEMORABLE Y ALTA OCASION QUE VIERON LOS SIGLOS …
Hubo un tiempo en que este país estuvo habitado por hombres.
D. Miguel de Cervantes Saavedra tenía a orgullo el haber participado como simple soldado de infantería en la que él mismo calificaría después como: “La más memorable y alta ocasión que vieron los siglos, ni esperan ver los venideros”.



Fue tal día como hoy, 7 de octubre de 1571, hace 450 años, que tuvo lugar en el Mediterráneo oriental el choque entre dos formas de entender el mundo. Por un lado la flota del Imperio Otomano y sus aliados, los corsarios berberiscos, comandada por los almirantes Alí Bajà, Mehmed Siroco y Uley Alí, sólo este último saldría con vida de la contienda. Pasada revista a sus fuerzas, las mismas contaban con 210 galeras, 87 galeotas y fustas, 550 cañones y 88.000 hombres entre marinería y soldados de infantería.
Por el lado católico, la Liga Santa, promovida por el Papa y formada por las siguientes naciones: el Imperio Español de Felipe II, que aportó la mayor parte de efectivos y cuyos comandantes eran D. Juan de Austria, D. Alvaro de Bazán, D. Alejandro Farnesio y D.Luis de Requesens, éste último oriundo y vecino de nuestra cercana de Molins de Rey. Por la República de Venecia, Sebastiano Vernier y y Agostino Barbarigo. Por los Estados Pontificios, Marco Antonio Colonna. Por la República de Génova, Juan Andrea Doria. Por la Orden de Malta, Pietro Giustinianini. Participaron también fuerzas aportadas por el Gran Ducado de Toscana, el Ducado de Saboya, Los Caballeros de San Lázaro y la Orden Militar de San Esteban. Pasada revista a las fuerzas el día previo a la batalla resultaron: 227 galeras, 6 galeazas, 76 fragatas o bergantines, 1.815 cañones y 86.000 hombres entre marinería y soldados de infantería, entre los que abundaban los arcabuceros.
Fue nombrado Generalísimo de la expedición D. Juan de Austria y es de destacar que en esa jornada memorable del 7 de octubre, a una semana escasa para acabar oficialmente las campañas marítimas en el Mediterráneo y volver a los cuarteles de invierno, y aunque las fuerzas en liza estuvieron muy equilibradas, es de reconocer que, ese día, Dios y los vientos, así como la mejor gobernanza de la flota, estuvieron del lado católico. El encuentro de civilizaciones se produjo en el Mar Jónico, en el Golfo de Lepanto, cerca de la ciudad griega de Nakpaktós, de donde toma el nombre.
Aunque las cifras no son exactas y varían según los historiadores, al acabar la jornada, las huestes de Cristo habían tenido 10.000 muertos, 8.000 heridos (entre ellos el insigne Cervantes) y habían perdido 17 galeras; poca cosa en comparación con las pérdidas otomanas que ascendieron a 40.000 muertos, entre ellos dos de sus tres almirantes, 200 galeras fueron hundidas, quemadas o capturadas, se hicieron 8.000 prisioneros y fueron liberados 12.000 cristianos que servían como galeotes, remeros, en las galeras turcas.
Una fina lluvia empezó al caer la noche sobre la flota iluminada por el fuego de las galeras otomanas ardiendo sobre un mar rojo de sangre, siendo la de Lepanto, en proporción a las anteriores y a las que han venido después, la batalla naval más grande que ha conocido la historia. Razón tenía Cervantes cuando dijo lo que dijo: «La más memorable y alta ocasión que vieron los siglos, ni esperan ver los venideros.
A diferencia de España, en Italia, en Croacia, en Malta, en Chipre y en general en las ciudades, que participaron o aportaron fuerzas a la coalición, se celebra sin complejos cada año el hecho histórico, importantísimo para Europa. Fueron los países católicos del sur de Europa los que pararon el expansionismo otomano y durante decenios las ciudades costeras del Mediterráneo Occidental estuvieron a salvo de las incursiones corsarias. Los países protestantes del norte de Europa no sólo no participaron directamente en la coalición, sino que los landers alemanes que estaban gobernados por príncipes protestantes, aportaron con disgusto las cuotas de soldados que el Imperio les solicitó, pues veían en los turcos unos aliados frente a la Contrareforma católica. Respecto de la cristianísima Francia, estaba en abierta inteligencia con los otomanos a los que había dado permiso para que la flota turca del Mediterráneo hiciera uso de la gran base naval de Tolón, lo cual amenazaba gravemente los intereses de España. Y respecto de la otra potencia de la época, Inglaterra, ni estuvo ni se la esperaba.
La batalla de Lepanto fijó desde 1.571 entre Oriente y Occidente, límites de fronteras seguras entre dos civilizaciones, que no serían removidos hasta 1918 tras el resultado de la Iª Guerra Mundial. Durante todo ese tiempo hubo paz en el Mediterráneo y floreció el comercio entre Occidente y Oriente.