José Mª Torras Coll (Profesor Asociado de la UPF)

Desplazados.

Una de las más terribles y deleznables consecuencias de la inaceptable invasión militar de Ucrania por parte de Rusia es la que centenares de miles de personas se vean irremisiblemente obligadas a dejar sus hogares, las escuelas, universidades, el trabajo, sus pertenencias, que se vean forzados a despedirse de sus ancestros, de su pareja que se queda para defender su libertad y dignidad, para combatir al invasor, y que se les hurte, en suma, con la fuerza de la violencia, gran parte de su existencia, siendo los grandes damnificados los ancianos, las madres, los niños y personas con discapacidades. 

Ante la barbarie y el infierno en que se han convertido varias ciudades ucranianas, las personas huyen desesperadas, despavoridas ,tratando, a toda costa, de  salir de sus fronteras a través de los países limítrofes. Otros no han conseguido salir, ya que se hallan atrapados en zonas de conflicto, sin capacidad de movimiento por el riesgo por su seguridad, por la destrucción de puentes y carreteras, por no disponer de un nuevo alojamiento ni comida.

Otros han sido apresados por las fuerzas de ocupación. Son desplazados forzados que son deportados a campamentos improvisados, denominados de «filtración», a quienes requisan su pasaporte y envían a zonas deprimidas de Rusia, en un lacerante masivo traslado comparable con la deportación hitleriana de la II Guerra Mundial, evocadora de la época estalinista.

Se les está privando de manera intolerable e inmisericorde de su libertad. Se les arrebata su libertad, su proyecto vital y se les trata como delincuentes con repugnante abuso de los derechos humanos.

Cierto que se habilitan corredores humanitarios, como vías para facilitar la circulación segura, libre de ataques, con ayuda humanitaria. Pero, no nos engañemos, se trata de vergonzosas y vergonzantes evacuaciones de refugiados que estigmatizan y nos horrorizan. Imágenes que ponen al descubierto  la miseria y desprecio de la humanidad. 

Son los desplazados sobrevivientes, víctimas de la guerra  que afrontan un horizonte sombrío, lleno de incertidumbre, con profunda amargura tristeza y desolación, víctimas de un cruel ejercicio de la imposición, de la insolidaridad y de la censurable inoperancia de los organismos e instituciones internacionales que son incapaces de poner coto a un desalmado sin piedad.

José María Torras Coll

Sabadell

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